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Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar: la búsqueda de la respetabilidad

Hace muy pocos días acaban de aparecer dos elepés importantes en el ámbito de la guitarra. Son Paco de Lucía interpreta a Manuel de Falla y la Fantasía para guitarra y orquesta de Manolo Sanlúcar. Tanto Manolo Sanlúcar como Paco de Lucía han conseguido, al cabo de los años, sacar a la guitarra flamenca de sus casillas, le han dado nuevos alientos en los que respirar, nuevos caminos por los que discurrir. Pero ¿qué ofrecen en estos dos álbumes? Paco vuelca su arte hacia un gran compositor de música culta; Sanlúcar crea un concierto con los cuatro tiempos ortodoxos de la sinfonía. Están, por así decirlo, recorriendo el mismo camino, un camino en apariencia lleno de posibilidades y en realidad acotado por los muros insalvables de la técnica y, sobre todo, del espíritu que separan el flamenco de la música culta.Paco, como instrumentista cercano a lo genial, parecía en esta última época volverse hacia el jazz como forma musical basada, al igual que el flamenco, en el compás (swing), la improvisación y la importancia decisiva de la ejecución como parte indisoluble de la pieza. Ni un blues de Ornette Coleman es igual a uno de Phil Woods, ni la misma rumba en manos de Paco es igual que en las de Manolo (para limitarnos a las partes presentes). Por ello, la recreación casi solista (el grupo Dolores colabora en un par de temas) de Falla si es importante por cuanto supone una revisión seria de una obra archiconocida y supermanipulada. Sin embargo, no es éste el álbum que podría esperarse de Paco, no acaba de comprenderse muy bien a quién va dirigido. Parece un disco autocomplaciente, un trabajo puntual paralelo a una trayectoria que aparecerá más definida en el disco que tiene proyectado grabar en Estados Unidos con acompañamiento de jazzmen.

En cuanto a Manolo, su Fantasía es, por lo pronto, de una ingenuidad maravillosa. El arreglo orquestal que Miralles ha construido sobre la melodía original de Sanlúcar, no evita, a pesar de su sencillez y buen gusto, lo básico de su concepción. Así, el álbum de Manolo, como trabajo concebido y ejecutado en el último cuarto del siglo XX, significa un retroceso estético escasamente ligado a las vivencias propias de nuestra época. La guitarra de Sanlúcar, ahora cuasi concertística y no flamenca, parece desgajada del entorno vital y estético que le da razón de ser y tampoco ofrece vías susceptibles de un desarrollo progresivo.

Existen pocas dudas acerca del valor cultural de la música clásica. pero situarla por encima de las otras formas musicales, como si se tratara de un estadio a alcanzar, revela una concepción vertical del arte que tiene poco que ver con la realidad social o con el proceso creativo sobre el que todas ellas se asientan. Esta tendencia inconsciente (o consciente) hacia los altos estratos de la respetabilidad, de la obra bien hecha, suele concretarse en picotazos miméticos o en adaptaciones sencillas de los grandes mitos, cuyo mayor y casi único valor puede residir en su excepcional capacidad para resultar agradable. Esta es una de las perspectivas desde las que se puede contemplar los elepés de Paco y Manolo, que por fortuna no caen en la pedantería para permanecer simplemente en lo bonito.

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