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La "orejita", un regalo... a la empresa

La muestra de para qué valen, sobre todo, los trofeos de regalo, la tuvimos ayer: Dámaso González se coló, sin que nadie lo esperara, en la corrida, para sustituir a Palomo Linares.Las más de las veces no se dice oreja, sino orejita. «Le podrían dar una orejita, para que se anime.» O, «una orejita, ¿qué más dá?» Y da, ¡vaya si da!, sobre todo para provecho de la empresa. Esa es su coartada: cortó una oreja.

Los presidentes de las corridas del sábado y el domingo hicieron bien en imponer un criterio riguroso, para que un trofeo sea algo con valor verdadero, reflejo de que lo que se hizo en el ruedo tenía importancia real. El coladero es, hoy por hoy, Sevilla y otras plazas, y no debe serlo Madrid.

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Pero, además, este criterio debe ser mucho más restrictivo en las series de corridas de abono, para que no ocurra lo de ayer. Ortega Cano, sin oreja, ganó un puesto en la primera sustitución que se produjo (la de Armillita) y con oreja ni se sabe a dónde habría llegado.

No le demos más facilidades a la empresa de Madrid, que las tiene todas. La subida disparatada del precio de las localidades no tiene justificación, pero ahí está, como hecho consumado. Que incluyera a Palomo en los carteles tampoco la tiene, pues sabíamos todos que no llegaría a torear. Si ahora, por añadidura, le dan argumentos para que cualquiera, con su orejita en el capazo, sustituya a las figuras, será hacerle el caldo gordo, al tiempo que se atenta contra los intereses del abonado.

A final de año, suponemos, será la subasta para la explotación del coso. Cada vez se impone más la necesidad de que, entre las condiciones de arrendamiento, haya cláusulas que regulen la calidad de temporadas.

Una pregunta final: ¿Puede la Diputación Provincial pedir a la empresa arrendataria de la plaza un balance de su gestión, cuentas incluidas?

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