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La clave está en el palco

Parece seguro que el equipo presidencial va a. ser durante la presente temporada madrileña -por tanto, también en la feria de San Isidro- prácticamente el mismo que en la temporada anterior, con la sola excepción, quizá, del comisario Luis Gómez, el cual cesa en estas tareas por jubilación. Es justo recordarle ahora, pues aunque tuvo altibajos en sus actuaciones, durante años fue, un buen presidente, con arraigada afición a la fiesta y un permanente interés por mantenerla en los niveles de autenticidad que son debidos.En realidad, el equipo presidencial, en su conjunto, ha seguido la misma tendencia que los sectores de afición más caracterizados de Las Ventas, hacia un retorno a la categoría que antaño tuvo la plaza. La afición de Madrid exige porque conoce el espectáculo y es consciente de que su plaza debe ser la primera del mundo, como lo fue durante medio siglo. Y sabe que sólo podrá recuperar su puesto preeminente si todo lo que ocurra en el ruedo lleva el sello de la autenticidad y la seriedad.

Que se cumpla el reglamento

El secreto está en que el reglamento se cumpla. Así de fácil. Y esta es la responsabilidad que tienen los presidentes de las corridas, como autoridad máxima en la plaza. Así lo vienen haciendo -con los mismos altibajos a que antes hacíamos referencia-, y es cierto que, ano a año, se ha podido apreciar un afán de superación en estos funcionarios, cuya tarea -hay que subrayarlo- no es grata, porque se encuentran en el vértice mismo de una confluencia de intereses, no rara vez teniendo que soportar presiones muy fuertes, tanto de entre bastidores como del propio público, el cual, en ocasiones se vuelve con pasión -hasta con furia- hacía el palco, para exigir lo que la presidencia no puede conceder porque taxativamente se lo prohíbe el reglamento.

Pero la forma de no errar es, precisamente, cumplirlo, aunque pueda ser duro en determinadas circunstancias, ya que el presidente ha aceptado esa responsabilidad. Y con más escrúpulo en sus aspectos fundamentales, corno son el reconocimiento de las reses, la suerte de varas y la concesión de trofeos. La edad, la integridad de las astas, la carencia de defectos físicos, el trapío, son constantes ineludibles para todo toro que salte al ruedo de Las Ventas. En el primer tercio, el número mínimo de varas será de tres. Cierto que el reglarnento admite la excepcionalidad, y aunque no la admitiera habría que aceptarla, porque la tauromaquia no es ciencia exacta. Pero jamás ha de pasar de esa excepcionalidad, de manera que en una misma corrida no puede admitirse que la mayor parte de los toros pasen al segundo tercio con menos de los tres puyazos, pues lo que se aduce como excepción sería, en ese caso, norma.

Harán bien los presidentes si advierten a los directores de lidia que impídan los puyazos interminables, las cariocas y otras corruptelas, precisamente para que el tercio pueda desarrollarse en toda su integridad; puesto que el público -y no digamos el aficionado- acude a la plaza a ver algo más, mucho más que faenas de muleta; acude a ver el toro y su comportamiento; la lidia integral; el espectáculo, en suma, que no tienen derecho a mermar los toreros por sus particulares intereses.

Vigilar los vicios

Un mayor riesgo que hasta ahora en la concesión de trofeos, con especiales referencias a la lidia, toreo de capa y a la estocada , puede contribuir a que entre los diestros se produzca un afán de superación para conseguir el premio. Y, finalmente, será beneficiosa, también, una especial vigilancia hacia ciertos vicios que tanto se producen en el ruedo, como son el toreo a dos manos por parte de los peones, la suerte de llevar el toro al burladero del siete, mientras salen los picadores, las ruedas de peones después de la estocada, etcétera.

Tenemos la feria de Sevilla como ejemplo próximo del daño que una mala actuación presidencial puede hacer a la fiesta. Nada menos que la Maestranza quedó convertida en una plaza turística simplemente porque presidían las corridas funcionarios incompetentes. Muestra palpable de que las claves de la fiesta están en el palco, merced a sus errores e inhibiciones de bulto, lo que pudo ser un gran espectáculo quedó convertido en caricatura de sí mismo.

Esperamos, con fundamento, que en Madrid todo será distinto.

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