"La literatura infantil en la Unión Soviética es de enorme importancía"
Entrevista con S. V. Mikhalkov, secretario de la Unión de Escritores de la URSS
«Un libro para niños debe de penetrar en el alma de éstos. Debe educarle sin que sienta que le están educando, porque si se da cuenta de este Fin, deja de gustarle», así opina Serguel Vladimirovich Mikhalkov, quien ha dedicado la mitad de los 130 millones de ejemplares de sus obras, editados en la URSS, a la literatura infantil.«El escritor -continúa diciendo- debe hablar con el niño sobre cualquier cosa. No hay temas prohibidos, solamente depende del enfoque con que se haga. Más que nada, importa la forma artística del libro.» Serguei Vladimirovich, que en su país, la URSS, es miembro del Comité del Ministerio de Cultura y delegado del Soviet Supremo y secretario de la Unión de Escritores de la URSS, recalca la suma importancia que tiene la formación de las futuras generaciones, «lo mejor que tenernos, para los niños. Por eso, este tipo de literatura no ocupa una segunda categoría, como ocurre en los países occidentales. Según he podido ver en los países que ustedes denominan mundo libre, al depender la publicación de obras infantiles de la rentabilidad que tengan para las editoriales, como ésta es pequeña o casi nula, se prefiere publicar otro tipo de libros, que si bien tienen un nivel cultural muy bajo, dotados de un lanzamiento adecuado, producen unos sustanciosos beneficios a dichas editoriales».
«Por ello -continúa- en Rusia la publicación de estas obras depende en todos sus estamentos del Estado. Por un lado, aquellos artistas o escritores que han decidido dedicar su producción cultural a los niños, a la formación de estas futuras generaciones, reciben todo tipo de ayuda por parte de éste y reciben las más altas consideraciones por su parte. Esto, en mi país, se ve como una Inversión cultural a largo plazo, ya que se quiere formar una generación buena y sana.»
Esta responsabilidad de educara las nuevas generaciones encierra un sinónimo de control sobre los temas que se tratan, sobre las ideas que se difunden. «En realidad -sigue diciendo- no existe un organismo de control propiamente dicho, como puede existir en su país. En un principio existe un fuerte autocontrol, por parte del escritor. Este autocontrol se basa, más que nada, en la escuela tradicional rusa que comenzó con Gorki, que marca los límites a seguir en cuanto a tema, estilos, etcétera. Por otro lado, existen en las editoriales (en la Unión Soviética más de cien dedicadas exclusivamente a las publicaciones infantiles) unos consejos de lectura formado por escritores, que son los que deciden si la obra presentada es o no publicable. Los escritores están presentes en todo aquello que les atañe.»
En la Unión Soviética, la televisión está ocupando, cada vez más, un papel preponderante en la educación de los niños. «La televisión, en cuanto se refiere a la educación de los niños, cada vez plantea más problemas, íntimamente ligados a su desarrollo como medio de comunicación. El principal problema en este campo es que le roba tiempo al niño, sin dejarle leer como lo hacía antes. La televisión ofrece unas grandes posibilidades para la propaganda. En nuestro país nunca se ponen ni pondrán las películas que atraigan a la juventud con temas tales como la violencia, la pornografía, etcétera.»
Evidentemente, existen profundas diferencias entre los sistemas de difusión cultural de los países de la órbita soviética y los países que componen el que llamamos «mundo libre». La diferencia fundamental -continúa el señor Mikhalkov- reside en que el mundo occidental, la difusión de la literatura es la base de un negocio. Grandes literatos pueden perderse al considerar que la publicación de sus obras no es rentable para la editorial. Si interviene el Estado, esta circunstancia no se da. Todo escritor tiene su oportunidad, siempre y cuando su obra tenga un interés para el pueblo. Sólo se presenta su anulación por parte del Estado, cuando éste, a través de los consejos de escritores, considera que no vale la pena gastar papel y tinta en publicar algo que en este momento, o en cualquier otro, puede dañar el sistema. Sí, se admiten críticas, pero éstas deben de ser criticas constructivas. Sin escándalos. Cuando leo una obra cuya crítica al sistema es negativa, es decir, destructiva, prefiero que su autor se vaya a otro país a publicarla. Como explicación debo decir que para mí, si un sistema funciona económica y políticamente en un espacio de tiempo determinado, éste es válido. Si alguien, repito, le ataca de forma negativa, que publique en otro país, no en Rusia.»
Babelia
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