Fats Waller, el piano en el jazz
Acaba de ser editado en nuestro país un álbum excepcional. Se trata del Memorial Fats Waller y su excepcionalidad radica tanto en la personalidad del músico como en el raro esfuerzo editorial que supone sacar cinco elepés de jazz empaquetados en un solo envío (en edición que cuesta 2.500 pesetas).Thomas Fats Waller es uno de los más mitificados e importantes pianistas de jazz de todos los tiempos. Su personalidad poseía tal fuerza que la inmensa mayoría de los historiadores de jazz, al hablar de él, vuelven una y otra vez sobre los mismos tópicos, que en este caso se resumen en: a) una mano izquierda portentosa, cuya capacidad armónica y rítmica no es normal; b) una forma de cantar altamente personal y cachonda que él, sin embargo, trataba de ocultar en sus grabaciones, y c) una presencia de showman excepcional. A estos tres monotemas deben añadirse la lucha paradójica de este hombre por conseguir ser respetado como músico cuando ya lo era y mucho.
Waller nació en Harlem tal que un 21 de mayo de 1904. Desde pequeño comenzó a utilizar el órgano, aunque más adelante su instrumento favorito sería siempre el piano. No existen muchas dudas acerca de que su estilo pianístico se vio muy influido por aquellos principios, puesto que los pedales ofrecen en el órgano un complemento armónico que Waller intentaría transportar al piano.
Comenzó a grabar en 1922, aunque no lo haría con su propio grupo hasta 1927.
En aquellos momentos, Waller ya era conocido por haber acompañado a Bessie Smith y por su presencia en la orquesta de Fletcher Henderson. En el transcurso de unos cuantos años, y merced a sus programas-actuaciones en la cadena CBS, su popularidad se hizo enorme, grabando infinidad de caras (por aquella época no existían todavía los elepés), tanto de temas propios como ajenos.
Además de ello, intervino en dos películas: King of Burlesque (1935) y, sobre todo, Stormy Weather, un musical realizado en el ambiente de la negritud durante la segunda guerra mundial (1943), y que con el paso del tiempo se ha convertido en un clásico entre los musicales.
Ese mismo año, a los 39 de su nacimiento, moría de frío en un vagón de tren al que se le había estropeado la calefacción Fast Waller. Era un 15 de diciembre.
La herencia de Waller (que él recibió en cierta forma de James P. Johnson, padre de la tradición pianística de Harlem) llega a través de gente como Art Tatum o Count Basie, hasta nuestros días.
En este Memorial, no obstante, nadie puede esperar más que jazz tradicional, ese jazz sólo conocido en España por la utilización que de él se hizo muchas veces como acompañamiento de películas mudas. No, nadie puede esperar otra cosa, pero los 74 temas que lo componen forman una panorámica completa y vital de un hombre que ha sido uno de los mayores pilares del jazz.
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