Igor Markevitch, Falla y Picasso
Volvió Markevitch. Y nos trajo de la mano de Jacqueline Picasso, viuda del genial pintor malagueño que imaginara los escenarios y trajes para el Sombrero de tres picos, de Falla, y pintara el soberbio retrato del compositor gaditano (obras, me parece, que pasarán a Francia en el reparto de la herencia picassiana). La segunda suite del ballet sobre Alarcón fue expuesta por Markevitch según criterios personales que, en algo, modifican versiones anteriores del mismo director. Todo el cúmulo de elegancia, más francesa que vienesa, de que es capaz Markevitch lo desplegó para dirigir la tercera sinfonía de Schubert, de cuyo minuetto hace Markevitch una verdadera creación.Opulenta y rica de color, narrativa y académica en muchos procedimientos, Scherezada fue objetivada por Markevitch con gran talento y versatilidad expresiva. Tanto en los pasajes de gran impulso como en los ambientes delicuescentes, las historias de Las mil y una noches, el repertorio -mitad clásico, mitad popular- orientalista teñido de folklorismo ruso, encontró en el director honorario de la RTVE una suerte de sabio prodigioso, de poeta mágico capaz de encantar al auditorio. El triunfo de Igor Markevitch fue extraordinario, aun cuando esta palabra no sea del todo correcta cuando siempre lo obtiene de su público madrileño. Al fin y al cabo, el ciudadano internacional que es Markevitch tiene su componente madrileño y es casi seguro que, tras soñar la feria orientalista de Rimsky, practicará, una vez más, su castizo reposo del guerrero: tomarse un chocolate con churros en el pasadizo de San Ginés.
Babelia
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