Gatomaquias
El gato caliente
Realiza por Ralph Bakshi sobre personajes creados por Robert Crumb. Dibujos animados. Local de estreno. Minicine 1 y Galileo.
De antiguo se les viene atribuyendo a los gatos aparte de su vida prolongada, cierto desmesurado afán erótico que bien podría adjudicarse a los humanos. Dejando a un lado lejanos tipos perdidos en la lejana infancia como aquel otro Félix de cuerpo asexuado, toscas aventuras y voz aflautada, remontándonos más aún en las artes mayores, llegaríamos a encontrarnos en pleno Siglo de Oro, nada menos que con Lope, creador de nuestro teatro nacional, quien en su obra colosal y múltiple incluyó una parodia divertida sobre el amor de los felinos, referido, como siempre, a los hombres.
Le llamó justamente La Gatomaquia, y en ella gatos altivos y, cómo no, enamorados, luchaban por sus damas imitando duelos de espada y capa. Lope supo explicarlo todo de modo humano y convincente, no demasiado riguroso, pues no quería ni podía serlo, mas refiriéndolo siempre a una época precisa que ridiculiza con buen humor, sin llegar a ofender y, por supuesto, sin cansarnos. Poema burlesco ignorado también de aquellos que en España intentaron e intentan dibujos animados, otro felino con más suerte ha venido a suplantar en nuestras pantallas a sus protagonistas: este otro gato caliente de R. Bakshi cuyas aventuras se nos ofrecen hoy a partir de los personajes imaginados por Robert Crumb.
Nacido de las historias undergrounds, bienvenido sea tras tantos años de dibujos animados supuestamente para niños y, en realidad, dedicados a sus mediocres padres. En buen momento llega a redimirnos de tanta vergüenza ajena como vertieron sobre nuestros ojos, tanta estúpida Cenicienta, tanta boba Blanca Nieves, tanto príncipe enamorado, efebos decadentes, perros de lujo y brujas destinadas a turbar más que a alegrar nuestros pasados y nunca olvidados sueños.
Este gato Fritz irredento, contestatario, que pasea sus eróticas búsquedas por la América de los años sesenta, viene a borrar el recuerdo de horribles navidades en las que se nos servían tartas de honestidad, merengues de ternura, pastelillos de buenos modales.
Perfecto en animación, sobre fondos excelentes de ciudades y barrios, subrayado por una música estupenda, este filme violento, divertido, intelectual, cuya ironía roza el sarcasmo a veces, a pesar de sus años de retraso, sirve de revulsivo aún ante situaciones no del todo superadas, que gracias al ingenio del guión y la imagen alcanzan caracteres testimoniales.
Como todo retrato de costumbres, el protagonista resulta a veces menos auténtico y vivo que los secundarios y figurantes. El humor de cuantos le rodean se adueña en ocasiones del relato, porque no es verbal. Tal sucede con los policías, los judíos o los negros, toda una fauna eficaz y brillante. Quizá por ello Fritz, este gato caliente, en busca de revolución, sexo y amigos con que realizarse, no haya tenido continuidad en episodios posteriores, a pesar de sus éxitos iniciales.