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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Damiano, demente

La mujer de un jefe de la policía política colombiana que preparó una emboscada mortal a su marido con la ayuda de su amante: un revolucionario; un obispo cubano que colaboró con Fidel Castro y que fuma puros con pecaminosa nostalgia; un cardenal testigo de la colaboración de Pío XII con los nazis durante la guerra mundial y esclavo de la gula; un príncipe que fue sorprendido haciendo el amor con su hermana, a la cual exiliaron a Boston, mientras que él fue puesto bajo la custodia de un jesuita; un cura obrero, un teólogo herético...No, no son los pobladores de ningún esotérico zoológico, ni siquiera los de un psiquiátrico. Son los personajes del último filme de Damiano Damiani. Todos ellos están recluidos en un extraño convento dirigido por una tiránica y retorcida monja, que los autores pretenden émula de nuestra Santa Teresa.

La sonrisa del gran tentador

(Il sorriso del grande tentatore).Director: Damiano Damiani. Guión: Fabrizio Onofri, A udrey Nohra y Damiano Damiani. Fotografía: Mario Vulpiani. Música: Ennio Morricone. Intérpretes: Glenda Jackson, Claudio Cassinelli, Adolfo Celi, Lisa Harrow, Duilio del Pretey Francisco Rabal. Italo-británica, 1973. Local de estreno: Felipe IL

Damiani representa el peor cine italiano, el peor cine político, el peor cine crítico. Un cine demagógico, tramposo, falso. Y lo que casi es peor: feo. Dudo mucho que el cine oficial de derechas haga tanlo mal a la izquierda como las denuncias de este calibre.

La sonrisa del gran tentador es un revoltijo de (malas) ideas, de tópicos, de falsedades, de excesos, filmado con una óptica aberrante, con un desatino y una histeria escalofriante. Todo ello está envuelto en un barniz antirreligioso obsesivo, tan enfermizo como sus personajes.

El desastre se remata con una partitura de Ennio Morricone que en ningún momento parece obra del autor de las de Novecento, Queimada o I púgni in tasca, y que se diría una versión hortera del Carmina Burana.

La sonrisa del gran tentador, con su pretendido anticiericalismo, nos hace sentir nostalgia hasta del Diálogo de Carmelitas.

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