La crítica y los médicos
Creo que somos muchos los españoles que estamos asistiendo con tristeza al escándalo de los colegios médicos por la actitud del ministro de Sanidad, señor Sánchez de León, al denunciar los abusos de algunos médicos.iPor favor! Que son miles y miles de españoles los que tienen en su carne propia, en las de sus familiares, las huellas, las vivencias o los recuerdos de «descuidos y abandonos», de ligerezas y comercializaciones nefastas de muchos de estos profesionales. Que existen médicos honradísimos, auténticamente sensibles a su vocación, nadie puede dudarlo. Pero de la misma manera, en los médicos, como en otras profesiones y oficios, se dan casos absolutamente intolerables. Que un ministro, responsable ante el pueblo de algo tan sagrado como la salud y la sanidad de los españoles, trate de perseguir esos posibles abusos, que los denuncie con entera dureza, que los persiga... no es sino honroso para él.
El único problema que en este tema ha existido, y existe, es el sentido de clase de muchos de estos profesionales, amparados por la natural desidia de cualquier ser humano a «perseguir» o denunciar en concreto los fallos o descuidos que han producido, a veces, tan desagradables consecuencias en seres queridos. ¡Con qué violencia reaccionamos todos cuando creemos que se nos ha defraudado en un servicio que senos debía! ¡Pero con qué mansedumbre repetimos: «¿Y para qué?», cuando el fallo ha arrastrado por delante a nuestro hijo, nuestro padre, nuestro esposo! ¡Con qué dolor preferimos no denunciar al «doctor» al que luego sabemos que tendremos que volver, con el bagaje triste de nuestro dolor humano para volverlo a poner en sus manos!
¿Pueden los médicos, como corporación, molestarse porque alguien -ministro, fiscal (ojalá), ciudadano...- denuncie, critique, persiga los posibles descuidos, abusos... de algunos de sus miembros? Pienso que, al revés, debieran felicitarse de ello. En un momento de sentido democrático como el actual, en que nadie se libra -ni los miembros del Gobierno, ni los profesores, ni los obispos de una censura pública, y de una crítica, a veces despiadada ¿pueden los médicos organizar tal escándalo cuando el ministro relacionado con su sector denuncia los posibles abusos públicamente? El ministro ha repetido que es el ministro del pueblo y no de las clases sanitarias. Y tiene razón. Vamos a ver si los médicos, y su organización profesional dejan de dar la imagen de cuerpo que se cree privilegiado y coopera con el ministro a atajar los posibles abusos y descuidos de sus miembros, en vez de montar una feroz campaña contra el ministro por el hecho de que haya dicho algo tan evidente como que entre los doctores hay abusos y descuidos y casos absolutamente reprobables.
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