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EspectacuIar atraco a una sucursal bancaria de Las Arenas

Al menos siete personas, al parecer integrantes de un comando de la organización ETA, intervinieron a última hora del martes en un rocambolesco atraco a la sucursal del Banco de Bilbao, en Las Arenas (Vizcaya), en el que consiguieron un botín que supera los ocho millones de pesetas, después de secuestrar por unas horas a un taxista, al director y al apoderado de la oficina bancaria.

El suceso dio comienzo hacia las seis y media de la tarde. Tres jóvenes, entre los que figuraba una mujer, tomaron en la estación de Algorta un taxi (Seat 131, matrícula B1-3236-0, propiedad de Benito Muñoz Fraile) para que les condujese a la urbanización del monte Umbe, distante unos diez kilómetros.Un kilómetro antes de llegar a la urbanización esgrimieron una pistola y le obligaron a dirigirse a un chalet deshabitado, donde le abandonaron maniatado, después de indicarle que no avisara a la policía al menos hasta las diez de la noche. El taxista consiguió liberarse mucho antes y hacia las nueve de la noche se encontraba ya en Algorta, donde, en compañía de un amigo, hizo tiempo hasta las diez de la noche para ir a la comisaría.

Mientras tanto, a eso de las ocho y media de la tarde, dos desconocidos llamaban al domicilio del director de la sucursal, José Antonio Basterrechea, en la calle de Ezequiel Aguirre, de Las Arenas, número 1. En el momento en que salió el señor Basterrechea, uno de los jóvenes esgrimió un arma corta e hizo un gesto de que también su compañero estaba armado.

Los dos jóvenes, que habían tocado el timbre, entraron en la casa para vigilar a la familia, mientras que otras tres personas que se encontraban en la escalera obligaban al señor Basterrechea a trasladarse hasta la sucursal bancaria. Una vez allí comprobaron que el director no tenía todas las llaves necesarias para abrir la caja fuerte.

Los tres atracadores y el director salieron nuevamente a la calle para tratar de encontrar al apoderado, Andrés Villasante, domiciliado en la calle de Calvo Sotelo, número 28, de esta misma población vizcaína. El señor Villasante no se encontraba en su domicilio, por lo que salieron de nuevo para regresar una hora más tarde. Durante este tiempo permanecieron dando vueltas con el coche por la zona.

Eran ya las diez de la noche cuando uno de los asaltantes se quedaba en el domicilio del apoderado, mientras los otros dos se encaminaban nuevamente hacia el banco en compañía del director y el apoderado. Tras vaciar el contenido de la caja fuerte a unas bolsas -el arqueo arrojaría luego la cifra exacta de 8.018.000 pesetas- los cuatro se dirigieron al coche, donde les esperaba otro individuo al volante.

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Hacia las once y media de la noche, el director y el apoderado del banco eran abandonados en el barrio bilbaíno de Elorrieta, a unos siete kilómetros del escenario del atraco. Antes de dejar en libertad a éstos, los atracadores llamaron por teléfono a sus respectivos domicilios para avisar a sus compañeros de que la operación había finalizado con éxito. Cuando esto sucedía, el taxista había dado ya parte a la policía de su corto secuestro.

Llamada telefónica

Hacia la una de la madrugada se recibía, finalmente, en Radio Bilbao, una llamada telefónica, mediante la cual se daba cuenta de que el taxi estaba en la calle de Las Cortes, e informaba del chalet en el que habían abandonado al taxista. Este último dato pudo ser facilitado ante la eventualidad de que todavía no hubiera podido desatarse.Los siete que intervinieron en el atraco eran jóvenes, de veinte a veinticinco años, hablaban entre sí en castellano sin acento especial y sólo uno tenía barba. Aunque iban con la cara descubierta, en todo momento procuraban tapársela con las solapas de las gabardinas o con las manos, hasta el punto de que el apoderado manifestó que no cree que pudiera reconocerles en el caso de que volviera a verlos.

No se ha podido determinar si el vehículo utilizado para el atraco era el taxi robado en Algorta, ya que el modelo podía ser coincidente, pero no así la matrícula. Parece probable que el comando utilizara dos coches en la operación, y bien pudo ocurrir que el taxi fuera el vehículo en el que huyeron los que habían quedado encargados de la custodia en las dos casas.

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