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Tribuna
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Cambio de juego en un área conflictiva

En la tarde del lunes el presidente egipcio Anuar el Sadat daba fin a su visita a Israel, volviendo a El Cairo, donde le esperaba un recibimiento de héroe, que contrastaba con la ola de críticas desatadas en el mundo árabe por esa visita. El hecho se ha convertido ya en uno de los grandes golpes de la diplomacia mundial, comparable sólo a acontecimientos tales como el pacto Molotov-Von Ribentrop o la salida de Yugoslavia de la Cominform.Con la iniciativa egipcia se ha complicado extraordinariarmente el tablero del juego diplomático en el Oriente Próximo, e incluso en la política mundial. Ahora los comentaristas internacionales tendrán material abundante para analizar tanto las causas de la decisión de Sadat como las consecuencias de ese acto aparentemente inexplicable.

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En cuanto a las motivaciones del presidente egipcio, bastaba observarlo en los últimos tiempos para suponer que estaba tratando desesperadamente de encontrar una salida a la situación a que se había llegado. La virtual ruptura con la Unión Soviética, que implicaba un cambio de juego de su diplomacia, y los dos acuerdos sobre el Sinaí, que lo mostraban dispuesto a asumir la responsabilidad de una política en solitario daban ya la medida del personaje. En los últimos meses su capacidad de maniobra se iba limitando, dentro y fuera de Egipto. Dentro, porque la agravación de la situación económica, por culpa, en gran parte del insoportable gasto militar (cerca de 2.000 millones de dólares al año, más otra suma aproximadamente igual para ayuda civil) y la desigual repartición de la renta, había creado tensiones que se traducen en una rebeldía latente, como lo de mostraron los disturbios de primeros de año, en los que se puso en evidencia el cansancio de la población ante un estado de guerra interminable. Fuera, porque las necesidades de ayuda económica iban aumentando la dependencia política egipcia con respecto a Arabia Saudita e incluso Estados Unidos, obligando a Egipto a concesiones que Sadat aceptaba con dificultad creciente.

Las aguas, a su cauce

Si las causas no son difíciles de ver, sí resulta complicado aventurar juicios respecto a las eventuales consecuencias. Ni Sadat ni los israelíes han hecho concesión alguna de fondo y ambas partes han mantenido sus posturas tradicionales. Sin embargo, la visita misma ya constituye un cambio esencial que, independiente m ente de los efectos a largo plazo, va a producir en las semanas que vienen un aislamiento mayor de Egipto respecto a los países árabes.

Otra probable consecuencia será la de acercar hacia la Unión Soviética a Siria y los palestinos, mientras que Estados Unidos verá cómo se escapan de sus dedos los hilos de la trama. Con todo, no debemos caer en exageraciones, y para ser realistas tenemos quedamos cuenta de que las tendencias conservadoras de Arabia Saudita y otros países árabes acabarán por volver las aguas a su cauce.

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