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Julio Cortázar: "Si pudiera explicar lo fantástico, nunca hubiera escrito cuentos"

El novelista argentino explica su obra

En la planta H de Torresblancas, ante un público inaudito en este tipo de actos, Julio Cortázar se enfrentó con lucidez a las preguntas de Rafael Conte, Fernando Savater y Félix Grande, preguntas que suponían ya un conocimiento de la obra del novelista argentino, y un repaso siquiera somero de las principales claves de su producción.

Tras la breve presentación por parte de Jaime Salinas y Eduardo Naval, Fernando Savater rompió el fuego en torno a los cuentos fantásticos de Julio Cortázar. Definió Sabater lo fantástico como el resultante del carácter primigeniamente simbólico de lo real, y a esta literatura, como «un atajo hacia el corazón real de lo real». «Si el hombre -dijo- es un animal subversivo, lo es precisamente por la vía de lo fantástico», calificó desde esta perspectiva, los cuentos de Cortázar como emblemas de lo real, capaces de atrapar la realidad de manera infinitamente más convincente que la literatura llamada realiza. «Lo fantástico -dijo- es un tipo de ordenamiento de lo real extremadamente crítico, y curiosamente, este carácter incisivo, se pierde en otros cuentos estrictamente realistas, que suenan a «fantástico» en el otro sentido de la palabra.»Cortázar, de quien sorprende la capacidad de síntesis, la lógica recta y esa selección de las palabras mismas que fluyen al encuentro de su sentido, preciso y cálido, lijó: «Muchas veces he pensado que si hubiera podido explicar lo fantástico nunca hubiera escrito ningún cuento fantástico. Escribirlos es, pues, mi único comercio con lo fantástico, y tengo que declarar honestamente que el concepto que tengo de este territorio no entra en lo racional. Por eso no es casual que hable siempre de sentimiento de lo fantástico: no es una idea, ni un concepto, es un sentimiento de apertura, esa sensación de percepción de intersticios en lo real, de otras modulaciones de la realidad. Por eso he sido siempre incapaz de establecer con precisión el límite ente lo fantástico y lo real. Mis cuentos son reales, comienzan en su sitio determinado y les pasa a gente como nosotros. En un momento hay la invasión de lo fantástico. Yo la sufro, y el cuento funciona entonces como catarsis. Creo haberme librado de algunas neurosis escribiendo algunos cuentos fantásticos.»

Rafael Conte planteó una doble pregunta, haciéndose eco de la curiosidad de José María Guelbenzu, que disculpó su no asistencia. Aludía la primera pregunta al paso entre el cuento El Perseguidor y la novela Rayuela en la que dijo Conte, «la problemática existencial concretada ya en El Perseguidor, se oculta por el juego de los dos libros que dice Cortázar, y todo tiene más importancia que el argumento en sí. En este tiempo -sigue Rafael Conte- Cortázar definía el lenguaje como forma de autoconocimiento». En Rayuela -concluía- que Guelbenzu define como novela imán, se cierran y abren los postigos de la literatura cortazariana, antes y después. La pregunta -dijo- es en qué y cómo consiste el cambio dado en su escritura.

Después de decir que «estos terrenos son más cómodos en cuanto que son estrictamente literarios»; Cortázar se refirió a El Perseguidor: «Es cierto -dijo- que ahora se me aparece a mí mismo como una especie de bisagra entre dos lados. Cuando lo escribí era un cuento más, que convocaba diversos centros de interés: la música, el jazz, esa figura entrañable cuya muerte suscitó el cuento mismo, el personaje Jimmy Ca Carter: estoy nombrando a Charly Parker. Si entonces era un medio de dar salida a admiraciones y nostalgias, ahora, con la perspectiva de los años, lo siento como un ingreso a otro modo dé ver la realidad y de moverme en ella. El destino de Jimmy Carter se me presenta ahora como el de Horacio Oliveira. Cuento y novela se centran en la misma búsqueda ontológica, estrictamente individual, y en ese momento en que el individúo se siente fuera de sí mismo, y la consiguiente insatisfacción y angustia. Las dos búsquedas, que es la misma, terminan en catástrofe. Lo que está claro es que están escritos por alguien que no tenía un sentido de la historia. Esta sensación cambiaría, y aparecería Libro de Manuel.»

Insistió Rafael Conte, en su segunda pregunta, sobre la ruptura de esta línea continua pese a los juegos del sentido, en la novela, que calificó como la mejor de Cortázar, 62 Modelo para armar. I En ella -dijo Conte- la escritura pura, implacable, rigurosa, sin dar ninguna concesión, funcionan los personajes que hablan voces distintas, la ciudad es muchas ciudades, el escenario son muchos. Cortázar dijo de 62 ... . que la calificaba como tentativa de quebrar los moldes sicológicos previos en la inmensa mayoría de las novelas y en toda su historia. «Se me ocurrió -dijo- si sería posible escribir una novela que escapara de la dictadura de lo sicológico, que tendría que ser sustituido por otras relaciones humanas. Para ello había que enfrentarse con la dificultad fundamental: había que hacer caer un aparato previo que autor y lector conocen de antemano, por sus propias pasiones, e intentar que la novela diera paso .a otros móviles irás misteriosos. Yo acudí a dos conceptos: figuras y constelaciones, para llamar esos sistemas de causas y efectos que no responden a nuestra percepción inmediata, y por la que determinadas conductas desencadenan efectos imprevistos e incluso desconocidos. «Las estrellas qué forman una constelación no saben que la forman», decía Cocteau. Sólo nosotros la nombramos al verlas, desde fuera. A mí se me ocurrió que mucho de nuestra vida está condicionado por otra casualidad diferente de los elementos causales de que somos conscientes.

Por último, Félix Grande se refirió al carácter desigual de la poesía de Cortázar, preguntándole si se consideraba poeta, y, dalló que en él se detectaba la «cohabitación con el misterio» y «poner la mano al otro lado del espejo», característica esta del quehacer poético. Con humor, Cortázar afirmó escribir cualquier cosa, novela, cuento o poema desde un sentimiento poético. «Si ser poeta es escribir versos y muchas cosas más, yo soy, sin falsa modestia, esas muchas cosas más.»

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