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Tribuna
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La cuestión canaria / 3

En estos momentos, en las Islas Canarias hay un casi absoluto consenso social sobre la necesidad de ir a un Estatuto de Autonomía para el urgente proceso de recuperación política, económica y social que el Archipiélago demanda. Como correlato a este consenso social, todas las fuerzas políticas canarias -con excepción de los grupúsculos independentistas- concurrieron con la bandera de la autonomía a los comicios del pasado 15 de junio.Claro que unas fuerzas políticas son autonomistas convencidas desde los últimos tiempos, y otras se apuntaron deprisa y corriendo al autonomismo para no perder comba. La respuesta del electorado canario primó el oportunismo y éste es un dato que, en mi opinión, revela en toda su crudeza la grave desorientación y falta de sentido de la responsabilidad de extensas capas sociales del pueblo canario.

Sorpresa electoral

Pienso, y así lo he manifestado en anteriores escritos míos, en la prensa nacional sobre el tema canario, que el resultado de las elecciones en Canarias resultó sorprendente y, hasta cierto punto intranquilizante. Porque se ha desplazado anormalmente de la natural vocación socio-histórica de las Islas. Por un lado, hay que anotar las bajas votaciones registradas por el PSOE y el PCE. El PSOE tiene una dilatada tradición en la clase obrera y en la pequeña burguesía de las islas, especialmente en Tenerife, y además, presentaba un programa autonómico bien elaborado y que recogía sustancialmente, las aspiraciones de las fuerzas populares y progresistas del archipiélago. El PCE ha tenido desde siempre, predicamento en los obreros de Las Palmas (recuérdese que esta provincia tuvo un diputado comunista en las Cortes republicanas), y,. sin embargo, tuvo en estas elecciones una votación ridícula.

Otro dato negativo -negativo para la estabilidad de las islas fue el 6,5 % obtenido por la alianza electoral Pueblo Canario Unido, que incluía grupos independentistas y numerosos comunistas radicales disidentes del PCE, con propuestas maximalistas, además de inviables; contrarias al real sentimiento y a los intereses de los canarios.

Otro dato tremendamente negativo y creador de inoportunas confusiones ha sido el elevadísimo grado de abstención electoral registrado en Canarias, que en Tenerife llegó a la exorbitante cifra del 38 %. Es muy difícil llegar a conclusiones mínimamente válidas sobre la significación sociológica y política de esta masiva dejación del derecho al voto, básico en toda organización democrática. Lo que sí hay de cierto es que una sustancial parte de la población canaria ha desaprovechado la oportunidad de manifestar responsablemente su opinión política.

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Voto del miedo

El gran beneficiario de esta ceremonia de la confusión ha sido el Centro, con unos resultados electorales que excedieron , largamente sus mejores augurios. Hay que decirlo sin ambages: el voto canario en las elecciones de junio fue el voto del miedo. La Unión de Centro Democrático se forjó en Canarias, como en el resto de España, desde Madrid, deprisa y corriendo. Dada la escasa implantación en el archipiélago de las fuerzas que configuraron a escala nacional, la alianza centrista, en Canarias hubo que recurrir, como en muchas otras partes de España, a miembros de lo que dio en llamarse «franquismo sociológico». En la busca atropellada de votos, el Centro canario también lanzó promesas autonomistas, sin las cuales hoy en día no se puede hacer nada en política en las islas. El triunfo clamoroso, de los mayores registrados en España, del Centro en las elecciones, sorprendió a propios y extraños. Su explicación, sin embargo, es clara: ha vuelto a funcionar, esta vez a nivel electoral, la alianza entre la oligarquía y la pequeña y mediana burguesía agrícola y comercial.

Independentismo

A estas alturas el lector peninsular se preguntará con toda razón: « ¿qué pasa con el independentismo canario? ¿tiene verdadero arraigo en aquel archipiélago?» Yo pienso que la tesis independentista es falsa en sus planteamientos históricos y con poco arraigo efectivo en las islas. Pero lo que sí hay, y es un fenómeno verdaderamente preocupante, un creciente «chantaje» de los grupúsculos independentistas sobre la sociedad canaria y sobre las fuerzas políticas más tradicionales y enraizadas en el Archipiélago, que no han sabido distinguir con energía, entre independentismo y autonomía.

A nivel exterior ha adquirido una extravagante notoriedad el abogado tinerfeño Antonio Cubillo, creador del movimiento independentista MPAIAC, con sede en Argel Cubillo empezó con unas pintorescas emisiones de radio, desde la capital argelina, y ha terminado poniendo bombas en el archipiélago, lanzado a una campaña terrorista que repugna a los insulares y que puede afectar a nuestras escuálidas bases económicas. Reciente está la tragedia de Los Rodeos, en que chocaron dos jets que habían sido desviados de Las Palmas, a causa de una bomba mapayaca en el aeropuerto gran canario. Pero hay que decir al público peninsular, que la organización de Cubillo no es la única de carácter independentista. Incluso Cubillo tiene serios detractores entre algunos grupúsculos separatistas. Pero no hay duda que el MPAIAC es el que más perturbaciones está creando a la estabilidad de las Islas Canarias. Entre ,otras cosas, por su resonancia internacional, dada la protección que recibe, por el momento, del régimen de Bumedián, que está utilizando indecorosamente, ante la pasividad española, este arma para «castigar» a Madrid, por la forma en que nuestro Gobierno descolonizó el Sahara.

La reivindicación que del pasado guanche de las islas hace Cubillo, es pintoresca y mendaz. Hará unos tres años engañó a un enviado especial del prestigioso rotativo parisino Le Monde, a quien le hizo escribie en Le Monde Diplomatique, el monumental dislate de que el guanche era una lengua perseguida por las autoridades españolas. El historiador canario Joaquín Blanco, en su «Breve noticia histórica de las Islas Canarias», dice claramente que «en la primera época de los primeros cronistas (de la Conquista) ya sólo se conocían muy pocas palabras de la primitiva lengua, e incluso se habían olvidado totalmente muchas de las costumbres de la raza autóctona».

Violencia social

A nivel profundo, lo que está ocurriendo en lo hondo de las masas populares canarias, es más peligroso que las piruetas efectistas del MPAIAC. Hay que decir que el descontento de amplias bases de la población canaria está tomando un sesgo violento, que ya se ha manifestado en varias ocasiones como una verdadera erupción volcánica. No hará más de un año, la ciudad de Santa Cruz de Tenerife fue prácticamente tomada por la reacción violentísima y enconada de turbas de jóvenes de los barrios periféricos de la capital, en protesta por la muerte del joven Bartolomé García Lorenzo a manos de la policía, que lo frió a balazos al confundirlo con el célebre delincuente «el Rubio». Esta violencia ciudadana se repetía meses más tarde con ocasión de la jornada de protesta por el convenio pesquero con Marruecos, en que las turbas citadas se impusieron a las protestas ordenadas de los partidos tradicionales canarios. Esta es una realidad sociológica de la Canaria actual la violenta insurgencia social de las juventudes canarias proletarias-, que no puede negarse. Ni siquiera me parece justo condenarlas sin un previo ejercicio de comprensión.

Relataba yo, en anteriores capítulos de este, serial, en que nadie reparó, cuando el éxodo masivo de la población del campó a las ciudades, en los problemas de equípamíento social que provocaba esta súbita conversión a gran escala de],a población rural en urbana. Ahora estamos padeciendo los resultados. La patética crisis social canaria la describe muy bien José Antonio Alemán en su ya citado libro «Canarlas, hoy». Escribe Alemán: «Juan Canario y otros miles fueron arrancados, expulsados del campo, forzados a hacinarse en los barrios de las ciudades. En 1960, la mitad de la población de las Íslas estaba en el campo; en 1975 sólo quedaba en él, la cuarta parte. No dicen las estadísticas, que para esos hombres, el dejar la agricultura no fue un mero cambio de profesión, sino de fórma de vida, de mentalidad, de concepciones, un trastueque de valores. Un proceso de urbanización con la finalidad de explotar su fuerza de trabajo que no suppso elevación del nivel cultural y de cualificación, ni siquiera de la calidad de vida.»

Los hijos de estos campesinos desarraigados han crecido sin posibilidades educativas y condenados a un paro inmisericorde, que los tiene en un estado de furor permanente. Son los hijos de la ira, un verdadero peligro social que ha incubado la sociedad canaria misma. La salvación de Canarias, de la sociedad canaria, sólo será posible a través de la integración de todas sus capas sociales en un proyecto de vida en común que se fundamente en la recuperación de una señas de identidad ciertas. El problema básico de Canarias en estos momentos dificilísimos es el de la recuperación de sus señas de identidad. Ahí está, «in nuce», el problema político canario la cuestión canaria.

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