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Cuarenta años de cine español en el Festival de Pesaro

Cuarenta largometrajes sirvieron de base para esta revisión, a los que hay que añadir diversos filmes -en su mayoría cortometrajes- que se agruparon en epígrafes tan equívocos como cinema off, cine experimental, cortometrajes del posfranquismo y cine de las nacionalidades. Estos últimos apartados trataban de dar a conocer un cine que bajo el régimen franquista no habla tenido posibilidad de ser exhibido y que englobaba, en principio, el cine militante y el «marginal», pero que finalmente sirvió para la exhibición indiscriminada de cortos legales -visibles en estos momentos en cualquier cine del Estado español-, cine militante absolutamente clandestino y un cierto tipo de cine al que marginaba las estructuras comerciales de la industria.

Se presentaron películas que iban de Raza a El puente, pasando por La guerra de Dios, El desencanto o Camada negra; paralelamente a la proyección de estos filmes en las tres últimas mañanas del certamen figuraban sendas mesas redondas, con cuatro ponencias referidas al cine de los años 1940, 50, 60 y 70.La discusión se planteó sobre la posible eficacia de este cine, la evolución que lleva desde el cine de exaltación fascista -final de la guerra civil- al cine histórico patriótico, que se inicia durante el bloqueo, y las razones de este cambio.

La discusión sobre los años cincuenta se centró, fundamentalmente, sobre la utilidad de las conversaciones de Salamanca, que varios de los asistentes calificaron como pactismo de una parte de la izquierda con las fuerzas de la derecha; Bardem -que junto con Berlanga, Regueiro y Armiñán eran los directores de largometrajes comerciales presentes- trató de explicar cómo en 1955 pedir la codificación de la censura o afirmar que «sólo la Iglesia docente debe resolver los problemas morales» suponía un gran paso adelante, pero la discusión posterior demostró que seguían existiendo dos posturas contrapuestas.

Respecto a los años sesenta se aclaró cómo el Nuevo Cine Español había sido una creación estatal, producto de la llegada de García Escudero a la Dirección General de Cine, y a la concreción en leyes del llamado espíritu de Salamanca. Quedó de relieve lo artificial del denominado Nuevo Cine Español, que pretendió fundamentalmente dar una imagen -hacia el exterior- más liberal del franquismo de los años sesenta y que terminó, lógicamente, por consunción.

Se habló de la ruptura teórica que supusieron las Jornadas de Sitges (1967) y se pasó a los años setenta, que se caracterizan por la existencia -a partir de la muerte de Franco- de una indeterminada permisividad, pero donde subsisten íntegramente las estructuras de esa época franquista -misma censura, mismos censores, posibilidad administrativa de quitar arbitrariamente la protécción a un filme, etcétera-.

Para completar la visión, la Mostra publicó un volumen -de calidad muy desigual- de cerca de doscientas páginas, que incluía unas noticias históricas, de Alfonso García Seguí; una breve historia económica, de Javier Macua y Jesús Requena; una cronología establecida por Julio Diamante; una filmografía y diccionario de directores, una bibliografía establecida por Julio Pérez Perucha y un apéndice con documentos.

Finalmente, en la sesión de clausura se leyó un comunicado de los asistentes españoles a Pesaro, en el que se decía que, pese a sus evidentes insuficiencias, el Festival de Pesaro había resultado útil, al permitir la reflexión sobre el pasado próximo del cine español; se denunciaba que, a nivel de cine, las estructuras franquistas no habían variado lo más mínimo en los últimos veintiún meses, y se señalaba finalmente la urgencia de la convocatoria de unos estados generales, con asistencia de todos los trabajadores de cine del Estado español, para abordar en profundidad la problemática que en estos momentos tiene planteado el cine español.

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