La viuda judía
Doña Rosa -tal como se le llama en la película- es viuda. Tiene poco más de veinte años y bien podría casarse otra vez, pues no le faltan pretendientes. Sin embargo, doña Rosa es judía y la ley dice que su cuñado tiene prioridad y deber de perpetuar con un posible casamiento, el hogar y el apellido del hermano muerto. Lo malo es que el cuñado cuenta apenas once años. Será preciso pues esperar a que alcance la edad de decidir si desea unirse a doña Rosa o no, o si, por el contrario, le concede la libertad para escoger el hombre que desee.Esta historia de amor entre una mujer y su cuñado adolescente, sentida y vivida en un Jerusalén del siglo pasado, a la. vez real y pintoresco, tiene para nosotros, españoles, un vago aroma de cuento sefardí, como esa canción en versos castellanos que la protagonista canta al muchacho que andando el tiempo llegará a ser su marido.
Rosa,je t'aime
Dirección, guión y diálogos, Moshe Mizrahi. Fotografía, Adam Greenberg. Música, Dov Seltzer. Intérpretes: Michal Bat-Adam, Gabi Otterman, Avner Hizkiyahu, Moshe Tal Yosef Shiloa. Color. IsraeL Comedia dramática. 1974. Local de estreno, Gayarre.
Apoyada en un folklore dado con espontaneidad e inteligencia y narrada con cierto candor en ocasiones, esta historia original nos interesa por su verdad, a pesar de sus continuos saltos en el tiempo, de algún que otro actor demasiado teatral y ciertos maquillajes desafortunados. Pues, por encima de todos esos reparos, la personalidad de la protagonista acaba imponiéndose al fin con su amor maternal que, poco a poco, y a medida que la acción avanza, va cambiando de signo en el corazón de ambos y en sus secretas relaciones.. El mundo, la sociedad judía de pequeños artesanos, en este caso cardadores de lana, el despertar del sexo en los muchachos, la vieja moral de los mayores, la reacción de orgullo ante su ley de la protagonista, componen un mosaico bien cercano a nuestra no tan lejana historia ligada a la del filme, incluso para la resonancia de nombres y apellidos.
Lo que más llama la atención dentro de la actual y terca exhibición del desnudo por el desnudo, del acto por el acto, a que el cine actual nos tiene sometidos, es este saber hacer sentir y ver la atracción mutua de una pareja singular al filo de , la pasión y los amores prohibidos. Ello es mérito del realizador y revela, aparte de su sensibilidad, un conocimiento no casual ni improvisado, como es lógico, de las tradiciones y costumbres de su pueblo.
Filmada entre los muros de una Jerusalén no monumental sino familiar, su propio estatismo. salva al filme de pretensiones espectaculares y allí donde la imagen o las palabras corren el riesgo de no alcanzar la altura de la expresión dramática, una música también de ecos similares a los nuestros, viene a recordarnos un pasado común de judíos y cristianos que hace siglos y en este país, enriqueció nuestra cultura y arte.
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