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Un camino hacia el pasado

En la obra noveslística de Modiano -ya cuatro novelas, la tercera de ellas ésta que ahora se traduce al castellano- hay como una obsesión entre temática y ambiental: la Francia de unos años pasados, de un tiempo que hoy se ve encerrado en muy concretos límites, la de Vichy o de la ocupación alemana. Al decir esto hay que desvanecer la primera idea que se le ocurriría al lector: Modiano no trata de dar salida a unos recuerdos o unas vivencias que le poseen, sino que habla de sucesos ocurridos antes de que él mismo naciera.Esta condición es insoslayable en el enjuiciamiento de la novela. Con ella están íntimamente enlazados un estilo y una técnica que nos empujan a la reconstrucción de un pasado pero a la que al mismo tiempo dota de una cierta vaguedad fantástica como todo lo que ha brotado de la imaginación.

Los bulevares periféricos

Patrick Modiano. Ediciones Alfaguara. Madrid, 1977.

Por estas dos vías -reconstrucción y evocación- llegamos al pasado. Reconstruir es volver a levantar, pieza por pieza, con exactitud y fidelidad, lo que fue. Evocar, aún operando sobre la misma materia, supone siempre una intervención creadora.

Lo reconstruido, ya lo he dicho al principio, es una época, la del París -Francia, en general- bajo la ocupación alemana. Y dentro de ella el mundillo de negocios sucios, de la vida sobre el terreno, la de las ganancias desmesuradas e ilícitas, de la inmoralidad que corre paralela a ellas.

El trabajo de reconstrucción de su fruto. Modiano nos lleva a bares, grandes hoteles, boites, chalets suntuosos, pisos abandonados y ocupados. El medio natural de hombres de negocios sucios, periodistas de escándalo o chauvinismo, especuladores, mujeres atraídas por su temporal brillo.

Búsqueda

El novelista al tiempo que está reconstruyendo, está también elaborando, es decir, contando. El protagonista está haciendo lo mismo. Es alguien que quiere saber cómo fueron un tiempo y unas personas, sobre todo una, su padre. Y al hacerlo no puede limitarse a una exacta y fría vuelta al pasado sino que la modifica con sus vacilaciones.

Quizá el mayor motivo de interés que encierra la novela esté en esta condición de búsqueda que posee el hilo más hondo y central de su argumento: alguien busca a su padre. No la busca del ser físico que es éste, sino sus dimensiones psicológicas, morales, espirituales, es decir lo que no se logra en una clásica anagnórisis, sino en la convivencia, la observación y la comprensión.

El tema tiene raigambre de viejo mito: Edipo, Telémaco, el hijo que busca a Pedro Páramo en la narración de Rulfo. (Bertolucci enriqueció con este elemento en La estrategia de la araña, la fábula borgiana del traidor y del héroe.)

El hilo que conduce hasta su padre es el que le lleva al mundo inmoral de la ocupación, a los bulevares periféricos de la sociedad y de la época. Ante él se abrirá un mundo en que la condición judaica de su padre acentúa la situación suburbial de la fauna humana en que se ve obligado a moverse.

La técnica de la novela contribuye a mantenerse en el equilibrio entre la reconstrucción realista y lo misterioso. El estilo recoge los avances logrados en cuanto a la estructuración de la novela en los últimos tiempos. El relato se aparta de los cánones del realismo por la participación que hay en él de lo impreciso, lo supuesto o lo interpretado. La vieja foto que protagonista encuentra al principio de la novela es como un embrión que habrá de desarrollarse para mostrar derroteros apenas insinuados. La técnica, y en ella la ruptura de lo lineal, nos lleva a sucesivos planos en los que se confunde lo que es totalmente imaginado y lo que está siendo ya vivido.

El hijo busca a su padre. Lo halla. No es el héroe que hubiera podido soñar. Al contrario: un hombre débil, sin moral, humillado. El último episodio, el cierre de la búsqueda íntima, podría haberlos separado, perdiéndose el padre en un triste y miserable fin. Pero el hijo correrá a fundirse en la suerte del padre.

La metáfora -o si queremos el viejo mito- se anuda con la inexorabilidad de lo que el destino ordena a partir de los pálidos rasgos de una vieja fotografía. El hijo, como en el mito clásico, ha descendido a unos infiernos, los de una corrupción y un momento histórico.

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