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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una cierta desconfianza

LAS TARDIAS apariciones del vicepresidente económico del Gobierno, señor Fuentes Quintana, y del ministro de Hacienda, señor Fernández Ordóñez, han supuesto una importante dosis de decepción para aquellos que estuvieron atentos a las intervenciones de los dos más significados representantes del equipo económico del actual Gobierno.Decepción para los partidos de la Oposición, fuerzas laborales y telespectador, en general, porque ambas apariciones no aportaron novedades importantes sobre las anunciadas medidas económicas, al margen de lo ya reiterado anteriormente.

El programa del Gobierno en materia económica es considerado, con todos sus defectos, coherente, y aparece como una vía posible para sacar al país de la actual atonía en que se encuentra. No vamos otra vez a enjuiciar este programa, ya suficientemente analizado en estas mismas páginas. En esta ocasión, el reproche va dirigido a la poca novedad que aportaron en sus respectivas intervenciones los dos representantes del Gobierno.

La del vicepresidente porque, a pesar de ser su intervención una de las mejor estructuradas y claras que en materia económica se han visto últimamente en la pequeña pantalla, no supo o no quiso desmenuzar más amplia y profundamente las importantes novedades y concrecionesque el programa debe conllevar. También es criticable que no ofreciese al país toda una serie de datos y cifras que por sí solas bastaban para mostrar al español la necesidad de adoptar todas sus medidas. ¿Por qué no dejar al ciudadano que forme su propia opinión, en lugar de querer convencerle de que se posee la verdad, como si desde una cátedra se tratase?

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La aparición del señor Fernández Ordoñez fue a la televisión lo que el sainete al teatro: un género chico. Aunque el ministro de Hacienda esté pendiente de su intervención en las Cortes y diese a conocer a los medios informativos especializados la letra pequeña de las medidas fiscales, los españoles que nos sentamos ante el televisor nos quedamos sin saber aspectos importantes sobre fraude fiscal, inspección, castigo y, lo que es más importante, hasta dónde está dispuesto el Gobierno a llegar para hacer cumplir sus propósitos.

El paquete inicial de medidas económicas propuesto por el Gobierno aporta numerosos cambios sobre lo usual en este país en las últimas décadas. Sin embargo, desde fuera, da la impresión de que éste no sabe vender el producto con la agilidad que el envite requiere. Las recientes apariciones de dos de sus más destacados miembros así parecen demostrarlo.

Hace unos meses, el señor Fuentes Quintana, analizando la actual situación económica, señaló que España necesitaba un plan de saneamiento -eufemística manera de denominar un plan de estabilización-, y que un sistema democrático era el principal enemigo para acometer una actuación como esta. En estas primeras semanas, el equipo económico del Gobierno parece estar más preocupado por este tema que por llevar adelante su programa.

Posiblemente haya que buscar la razón de esta situación en la necesidad de mantener en la máxima virginidad el programa gubernamental, ya que su estructuración así lo demanda. El peso del debate parlamentario y de la negociación con patronal y centrales pesa sensiblemente sobre un programa económico cuya materialización es urgente. La situación española así lo requiere. Pero no deberían dejar de considerar los responsables de nuestra economía el escaso entusiasmo y credibilidad que están recabando de la sociedad para sus medidas. Medidas presentadas sin suficiente credibilidad, sin claridad política y -al menos aparentemente- sin valor moral o con desconfianza hacia una sociedad capaz de apretarse ilusionadamente el cinturón si se sabe administrada con honestidad.

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