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Crítica:Clásica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estudios sobre la música, en Aragón

Por el tema tratado, este libro enriquece considerablemente el caudal de noticias sobre temas de historia musical española. Nuestra parca bibliografía en este aspecto le da aún mayor relieve, que ya de por sí tiene por su coritenido, fruto de un largo trabajo de investigación. Este libro constituye además un formidable esfuerzo de síntesis, lo cual lo hace accesible al aficionado medio sin perder el indudable interés que tiene para el profesional.Su autor, el zaragozano Pedro Calahorra, fue alumno de Higinio Anglés en el Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma, y tiene una larga trayectoria como musicólogo. Los resultados de sus investigaciones han visto la luz en diversas revistas especializadas.

Pedro Calahorra Martínez:

Historia de la música en A ragón.(Siglos I a XVII) Colección Aragón. Librería General. Zaragoza, 1977.

Ahora aparece el primer volumen de una historia de la música aragonesa, la primera que, como tal, se publica en nuestro país. Un recorrido que se Inicia en la dominación romana y Finaliza en la época dorada, desde el punto de vista cultural de la capital de Aragón, es decir, los comienzos del siglo XVII.

Libro serio y enormemente documentado, Pedro Calahorra lo ha dividido en dos partes. La primera estudia las épocas romana, visigótica, de los emiratos árabes y la Edad Media, con especial interés en lo relativo a la polifonía sacra y profana y a lit capilla real de música.

La segunda parte, mucho más extensa, abarca todas las facetas musicales posibles de los siglos XVI y XVII, desde los ministriles de los jurados, concejos y gobernadores de diferentes puntos de Aragón, pasando por los fabricantes de instrumentos, hasta las distintas capillas musicales, tanto de la capital del Ebro como de otras localidades aragonesas de importancia.

Un último apartado se centra en los organistas, organeros y órganos, capítulo glorioso en la historia musical de Aragón, ya que en este campo, como en el polifónico, se dieron figuras de relieve universal. Hay aportaciones del máximo interés, como la referente al constructor arábigo zaragozano Mahoma Mofferriz, uno de los primeros en fabricar clavicímbalos y claviórganos en Europa.

Quisiera hacer una disgresión para dar una idea al lector de la importancia cultural de la capital aragonesa a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Baste saber, a modo de orientación, el número de academias literarias que allí funcionaban entonces. Era extraordinario, como lo eran las inquietudes artísticas y científicas. El conde de Viñaza cita, por ejemplo, la Pítima de la Ociosidad, la Academia de los Anhelantes, la academia fundada por el príncipe de Esquilache, la de¡ conde de Aranda, la del conde de Lemos. Es el tiempo de los Leonardo de Argensola, cuando Lupercio termina su Declaración sumaria de la historia de A ragón y Juan Bautista Labaña, cosmógrafo del rey, prepara el primer Mapa de A ragón, para cuyos márgenes Martínez del Villar envía unos adverlimientos y cosas memorables.

No es, por tanto, una sorpresa, encontrar en Zaragoza, paralelamente, numerosas capillas musicales. Así, la de los arzobispos pertenecientes a la Casa Real de Aragón, la de La Seo, de la iglesia de El Pilar, del Hospital General de Nuestra Señora de Gracia, la de¡ maestro de canto Jerónimo Muniesa, la capilla de don Juan José de Austria (gobernador de Aragón) y las de nobles y señores de la ciudad como el conde dePavías, el conde de Guimerá o el marqués de Camarasa.El libro de Calahorra, tan ameno como erudito, resalta, naturalmente, las figuras principales de ese complejo panorama. Desde los grandes polifonistas Melchor de Robledo (t 1587) y Pedro Ruimonte (1565-1627), que imprime la mayor parte de sus obras en Amberes, hasta la escuela organística de La Seo, con los Jusepe Ximénez, Andrés de Sola y el gran Sebastián Aguilera de Heredia (1561-1627), genial continuador del arte de Cabezón, todos los buenos músicos aragoneses desfilan por el libro. Especial atención merecen al autor fliguras tan destacadas como Gaspar Sariz, el guitarrista de Calanda, y Pablo Bruna. Este último, organista ciego de Daroca, precursor del arte barroco español, es uno de los más grandes compositores que haya dado jamás nuestro país.

Creo que el libro, como primera aproximación a una parcela tan importante de la historia musical española, es indispensable para todos los interesados en el tema. En un breve epílogo advierte Calahorra la dificultad de emprender en solitario la redacción del desenvolvimiento musical aragonés en los tres siglos que quedan hasta llegar a nuestros días. Es decir, el prolífico e italianizado barroco en Zaragoza, el sinfonismo religioso de finales del XIX, la canción popular, su inserción en el género lírico, la influencia de la jota en el nacionalismo español, la música contemporánea, y tantos aledaños imprescindibles para un completo conocimiento de la música como hecho cultura¡ que ha contribuido grandemente a conformar el alma aragonesa.

Esperemos sea posible reunir ese equipo que pide el autor, capaz de completar el rico panorama musical de la región aragonesa.

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