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España pide entrar en la Europa democrática

Todos los partidos franceses, en contra del ingreso de España

La petición oficial de Madrid en Bruselas, para que España ingrese en la Comunidad Europea ha exteriorizado espectacularmente en este país el auténtico pánico agrícola que ha venido expresándose los últimos tiempos. El sector industrial, por el contrario, se felicita. Todos los partidos políticos, de derechas y de izquierdas (no hay que olvidar sus preocupaciones electorales ante los comicios legislativos de marzo de 1978) se han manifestado radicalmente contra la adhesión española. La simpatía política que suscitó el proceso democrático español se ha desvanecido al plantearse el primer problema económico serio.«Nosotros los gaullistas, excluimos la posibilidad, para los productos agrícolas españoles, de entrar en el Mercado Común agrícola.» Anteanoche, en un discurso ante 6.000 personas, en la ciudad normanda de Caen, el líder del RPR (Unión por la República) gaullista, Jacques Chirac, se expresó en estos términos para calmar la alarma que cunde en los medios de la agricultura gala. Veinticuatro horas antes, en un virulento comunicado, el Partido Comunista francés se manifestó de forma similar, al considerar que la adhesión española «arruinaría una parte importante de la agricultura francesa». Hace dos semanas, el presidente de la República, Valery Giscard d'Estaing, se escudó en la diplomacia para decir: «Ayudaremos a España, Grecia y Portugal, pero sin perjudicar a la agricultura francesa». Por fin, el líder socialista, Francois Mitterrand, hace diez días, en una rueda de prensa, reconoció que para un eventual gobierno de izquierdas, el problema se plantearía en los mismos términos. Sólo los industriales franceses ven con buenos ojos la demanda española de ayer en la capital comunitaria. Su entrada en la CEE le obligaría a plegarse a las disciplinas de la competitividad que ahora no respeta, gracias a los acuerdos bilaterales de 1970.

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En resumen, el obstáculo agrícola, de momento al menos, para Francia y para Italia fundamentalmente, será el que debe frenar la integración total de España en la Comunidad. Todos los especialistas, como los diversos círculos políticos, coinciden en que pasarán varios meses antes de que la Comisión Europea de Bruselas responda a la petición de Madrid.

Otro muro de contención

En segundo lugar, ayer se hablaba en París de otro muro de contención destinado a controlar, paso a paso, el acercamiento que conduzca a España a la, CEE: se trata del problema, en sí, de la simple ampliación comunitaria. Son muchos los expertos y responsables franceses que argumentan de la siguiente manera: Si cuando se pasó de seis a nueve miembros ya se complicó la construcción europea y se diluyeron las responsabilidades, con merma para la eficacia, ¿qué va a pasar al ampliar la Comunidad a doce países? Se teme, en síntesis, que «la temida dispersión de la Comunidad» transforme inevitablemente a la CEE en una zona de libre-cambio.

Otros, por el contrario, piensan que actualmente la Comunidad ya no es más que eso, una zona de libre cambio, y que los problemas de fondo no se abordan a causa de los egoísmos nacionalistas. En este sentido, el editorial de la primera página de ayer del independiente Le Monde, era expresivo: «¡Qué fracaso para la empresa europea y, en consecuencia, para la democracia, si la CEE no puede abrir los brazos a tres países amigos que acaban de reencontrar la libertad! »

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