Un buen humor al itálico modo
Cada verano trae en los últimos años algo así como un pequeño festival, una sección monográfica dedicada a directores más o menos conocidos. Este verano, a lo que parece, le ha llegado el turno a Dino Rissi, al que se debe La mujer del cura, película ya antigua en su abundante filmogafía que, hasta hoy no ha llegado a igualar en ninguna de sus obras posteriores el éxito y el nivel artístico de Il Sornasso.
Este cura, cuya aventura se nos cuenta, quiere casarse como tantos, aunque tal interés no se evidencie en un principio, sino tras la agresividad matrimonial de su futura compañera, quien poco a poco, y a lo largo de un guión bien construido, le llevará a enfrentarse con la Iglesia.
La mujer del cura
Dirección, Dino Rissi.Guión, Ruggero Meccariy Bernardino Zapponi. Fotografia, Alfio Contini. Intérpreles: Sofia Loren, Marcello Mastroianni, Venantino Venantini, Jacques Stany. Italia. Humor. 1969. Local de estreno AIbéniz, Luchana.
Comedia de humor, de ese humor en que el cine italiano es maestro, en el que, burla burlando, se entremezclan las risas con empeños mayores, la historia, a medida que avanza entre escenas más o menos originales va poniendo al protagonista no sólo frente a la Iglesia, sin también ante la familia y su propia y pasiva resistencia a abandonar una forma de vida que, en realidad, le gustaba antes de conocer a la mujer a través de un teléfono de la esperanza.
El análisis de las reacciones de los protagonistas y cuantos les rodean se hace con gracia, unas veces risueñas, y, en ocasiones, con un punto de amargura, sobre todo en el personaje de la mujer, al que da vida Sofía Loren de modo bastante convincente. La Iglesia que en un principio viene presentada en un tono risueño, amable, se va convirtiendo, a medida que el conflicto toma cuerpo, en algo más complicado, turbio y hosco, en enemigo principal de la pareja, hostilidad que culmina en el último plano del filme, donde el rostro agresivo y terrible de los cardenales da la clave final de la película.
Así, la comedia que comenzó en simple pasatiempo con unas buenas escenas de amante despechada y dolorida, acaba en drama de madre frustrada en el amor del cura, que acabará renegando de ese amor, convirtiéndose en monseñor y proponiéndole poco menos que un encubierto concubinato.
Los personajes secundarios, los padres de la mujer, el otro cura que colgó los hábitos y vive con su compañera, perseguido y humillado, los diferentes tipos, niños, camareros, obreros, monjas, clérigos que pueblan las calles de Padua o la corte vaticana, sirven de fondo exacto al buen trabajo de Marcello Mastroiani, cuya personalidad va más allá de su estricto personaje.
Con Sofía Loren, compone una pareja de gran calidad humana y buen oficio cinematográfico, muy distinta por cierto de la de Una jornada partícular, injustamente olvidada en Cannes a la hora de los premios.
Babelia
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