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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La conferencia de Belgrado y las libertades

LA CONFERENCIA de Belgrado, cuyo principal objetivo es la distensión europea, celebra en estos días sus reuniones preparatorias de cara a la gran reunión de otoño. Ayer se cumplieron veinticinco días desde que se iniciaron estos debates preliminares. Lo prolongado de las discusiones previas revela lo que ya se percibía en otros frentes de la actividad diplomática: un alza de tensión entre las dos superpotencias cuyas relaciones, desde la llegada de Carter y la concentración de poderes en Brejnev, han sufrido un gradual deterioro.Los delegados de Belgrado no han logrado un mínimo acuerdo sobre el orden del día, de la conferencia de. septiembre. Los rodajes de las diplomacias occidentales y socialistas han chirriado a lo largo de estas tres semanas en la capital yugoslava. La reunión parece bloqueada en las posiciones iniciales en que soviéticos y americanos revisan el cumplimiento del acta final de la conferencia de Helsinki. Los occidentales (USA y CEE sobre todo) piden que se analice el modo en que cada una de las 35 naciones comprometidas han cumplido los acuerdos tomados hace dos años en Finlandia, especialmente los referidos a los derechos humanos. Los spviéticos por su parte quieren mantener el debate en un tono más general, evitar la creación de comisiones especializadas en los grandes temas y limitar el encuentro a una única reunión plenaria que diluiría los resultados concretos.

Los acuerdos de Helsinki, contenidos en un documento de cien folios, establecían fórmulas de cooperación en los terrenos de la economía, la educación y la cultura, la ciencia y la técnica y el medio ambiente. Marcaban un nuevo cuadro para la seguridad europea. Preconizaban el no recurso a la fuerza, la negociación sistemática para sustanciar las diferencias entre naciones, la igualdad de las esferas soberanas y la no injerencia en los asuntos internos de cada país. Con todo, el acuerdo más comprometido era el referido al respeto de los derechos del hombre y las libertades fundamentales, que contrasta con el clima de coacción intelectual y castigo a los insumisos que se extiende por la Unión Soviética desde hace seis meses. El acta final de Helsinki era tajante, por ejemplo, en la defensa de la libertad de opinión, y la nueva Constitución de la URSS, que consagrara en noviembre próximo el Soviet Supremo, garantiza por su parte «la libertad de expresión, de prensa, de reunión, de manifestación pública, el secreto de la correspondencia y de las comunicaciones telefónicas». Estas declaraciones de principio chocan con procesos como los de Orlov, Charanski, Rudenko o Guinzburg por no citar sino los más conocidos. Todos ellos acusados de delitos de opinión en la URSS y amenazados con graves penas.

La delegación española ha quedado alineada a los países occidentales que defienden la no separación del tema de los derechos humanos del centro del debate. En este punto parecen coincidir el Gobierno y la Oposición. No hay que olvidar que las resoluciones aprobadas por los partidos socialistas europeos en Nantes coinciden en la necesidad de que la continuación del Acta de Helsinki lleve aparejada una revisión de los compromisos contraídos en materia de derechos humanos.

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El primer balance de Belgrado refleja dificultades profundas de entendimiento Este-Oeste y augura pocas facilidades para la gran reunión de otoño. Occidente exige el cumplimiento de unos acuerdos, pero esos acuerdos suponen la revisión del entero sistema soviético. Esta es una de las contradicciones que pesan en el diálogo entre los dos bloques.

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