Campañas sin grandes complicaciones
El párroco de Beas (Huelva) ordenó tocar las campanas de su iglesia tratando de «reventar» el mitin que celebraba en la plaza pública el Partido Comunista, aunque no pudo sofocar la megafonía de los hombres de Carrillo. La anécdota es reveladora de la actitud de ciertas autoridades políticas, sindicales y religiosas en la actual campaña electoral.
Son numerosas las poblaciones de Sevilla, Cádiz y Huelva, en las que se han venido produciendo coacciones, amenazas más o menos velada y «zancadillas» por parte de algunos estamentos del poder con relaciones a las posiciones políticas democráticas.
Sin embargo, las propias fuerzas de izquierda son las primeras sorprendidas por el escaso número e importancia de estos incidentes, después de cuarenta años de silencio y caciquismo. La verdad es que los partidos mejor organizados habían ido imponiendo su actuación pública en los meses anteriores a la legalización formal y, por otra parte, alcaldes y jerarcas sindicales están siguiendo la costumbre de obedecer a sus superiores, aunque en muchos casos es seguro que la procesión va por dentro. Puede decirse, en efecto, que sus preferencias políticas se en caminan, en general, hacia Alianza Popular y, en mucha menor medida, hacia la Unión de Centro Democrático.
A más alto nivel, la situación de los gobernadores civiles puede calificarse de discreta, teniendo en cuenta que en el caso de Cádiz y Sevilla -señores Antolín de Santiago y José Luis de Gordoa- se trata de autoridades que se han caracterizado por su extrema dureza para con los discrepantes. Debe recordarse que Ruiz de Gordoa era el gobernador de Navarra cuando ocurrieron los sucesos de Montejurra. La tónica es similar para los presidentes de Diputación.
Los alcaldes de las capitales tampoco se están distinguiendo por desplegar mucha actividad política, pese a que son conocidas las simpatías del sevillano Parias por el Centro, y del Gaditano Beltrami, por la Unión Regional Andaluza.
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