Una larga jornada
Una larga jornada. Una, entre tantas otras más o menos paralelas que podrían contarse. La ha recorrido un emigrado republicano español, como añade el subtítulo de su relato.Relato, por tanto, de una experiencia vivida que se va desarrollando a su lectura con la mínima parte de novela que suele filtrarse en muchas -no por eso las peores- evocaciones de aventuras o peripecias sufridas por quien las recuerda. Fundamentalmente es un testimonio. Es como una mirada hacia atrás, durante el largo y trabajoso camino de la vida de un hombre.
Ese carácter testimonial se apoya en dos razones de ser fundamentales: la absoluta sinceridad con que se narran los acontecimientos. Otra, la convicción de sus ideas, mantenida en los días de paz, de lucha o de infortunio.
José Bort- Vela:
La angustia de vivir. Memorias de un emigrado republicano español. Revista de Occidente. Madrid, 1977.
Un testimonio más, decimos. Podría ser cualquier otro entre los millares de españoles a los que sacudió y aventó una guerra que parece perseguirles a este y al otro lado de los Pirineos. No intenta hacer historia general ni pintar grandes planos de batallas o situaciones políticas. Simplemente cuenta aquello que vio desde su caminar. Con claridad y concisión. Más parece una charla que un texto escrito. Y los acontecimientos por los que corre el camino de su vida son la rebelión militar en Madrid y el asalto al Cuartel de la Montaña, los combates en la sierra del Guadarrama, las batallas del Jarama, Guadalajara y el Ebro, la retirada de Cataluña y luego los campos de concentración o los batallones de trabajo franceses, la desbandada de tropas y población civil por las carreteras francesas y el maquis.
José Bort-Vela no es estilista ni ha tenido como propósito fundamental la belleza literaria, pero sí han actuado en él, juntas y eficaces, una formación y una vocación: las del periodista. De ahí nace su estilo, hecho a la prosa rápida y precisa del corresponsal de guerra
Quizá eso se advierte en los toques literarios que en los pasajes descriptivos o ambientales -como en las referencias históricas- son rápidos y veraces. Quizá también intervenga esta profesionalidad en la estructura del relato, que salta del París de 1950, en que empieza a escribir, a los tristes momentos del cruce de la frontera y, en posteriores viajes al pasado, a su participación o su recuerdo de hechos que fueron jalones marcadores de su destino -aunque entonces no podría predecirse- como las jornadas de abril de 1931, y, más allá, los días en la casa de sus padres, la vida política de un pueblo levantino, y toda una serie de noticias, poco trascendentales en el vivir cotidiano, pero que se encadenarían inexorablemente a la gran tragedia de España.
Mucho es, por tanto, lo que se cuenta en este poco abultado volumen. Toda una vida está encerrada en él. Y no una vida escasa en peripecias, resultado no de un afán de aventuras, sino de la entrega a la defensa de unas ideas sencillas y firmes. Con las diferencias inherentes a cada caso, es la vida de muchos españoles que vivieron el tiempo que les correspondió, lleno de azares y caminos inesperados. Los recuerdos de José Bort-Vela, testimonio de excepción, claros como oídos de sus labios, hacen desear una más larga charla, más sucesos, más visión de personajes y acontecimientos, aunque escribirlos refrescara en su autor la angustia del vivir en que ha resumido su larga jornada.
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