La responsabilidad de cumplir el reglamento
Una de las claves del desarrollo de la corrida está en la presidencia, que debe interpretar, cumplir y hacer cumplir el reglamento. Durante muchos años hubo divorcio entre la afición y los presidentes, pues aquélla observaba en éstos una discutible benevolencia, que se traducía en amplia generosidad para conceder trofeos a los toreros, ancha manga en los reconocimientos veterinarios ruda cicatería para devolver al corral los toros sin trapío o inválidos que protestaba el público.De este divorcio nacieron aquellos gritos, coreados por el gentío en general y por la andanada ocho en particular: «¡Dimisión!». «,El palco está vacío!» «¡Fulano (el apellido del presidente), no! », etcétera. Algunas veces se repitíeron estas voces, y broncas, en la feria de 1976 pero con mucha menor frecuencia y a veces sin razón. Por el contrario. las ovaciones a alguna oportuna decisión presidencial no fueron infrecuentes. El remozado equipo de funcionarios del cuerpo general de policía, a quienes se encomienda esta difícil misión había cambiado de criterio y gracias a su rigor volvía la seriedad a la plaza de toros de Madrid.
Este equipo, con una sola sustitución, se distribuirá la que pudiéramos denominar tarea arbitral en la presente feria. Sabemos de su decisivo propósito de hacer las cosas bien y sabemos cuán difícil es adoptar la decisión oportuna en momentos cruciales de la lidia, con la plaza al rojo Vivo por la pasión que suscitan los incidentes que se producen en el ruedo. Pero el margen de error- será menor si los presidentes aúnan criterios; si conceden la primera oreja sólo cuando la petición sea mayoritaria con absoluta claridad; si conceden la segunda sólo cuando el diestro haya, tenido una espléndida actuación, tanto en la lidia en general, como con el capote, la muleta y la espada, y siempre valorándola en relación con las condiciones del toro; si cuidan especialmente que se ejecuten las tres varas reglamentarias y se coloquen los tres pares de banderillas, y en caso de que las circunstancias, obliguen a reducir el castigo, que sea rara excepción y no regla; si hacen valer su opinión en el reconocimiento de las reses, y es aquélla de aficionado escrupuloso y entendido; si cuando, a pesar de todo, salta a la arena el toro sin trapío o defectuoso y el público protesta, ordenan su devolución al corral.
Un poco de paciencia habrá que pedir a los aficionados si el presidente se toma cierto margen de tiempo para madurar sus decisiones, y por lo que al trapío respecta, que consideren las características zootécnicas de cada ganadería antes de censurar la presencia del toro. Y al público en general, comprensión y también respeto para las opiniones que exteriorizan los aficionados, pues la importancia de la feria y la categoría del coso no pueden estar a merced de arbitrariedades, tanto si éstas se exteriorizan en aplausos como en pitos.
Esta tarde empieza a dejar de ser incógnita la interesante feria de San Isidro 1977. Su buena marcha va a depender, en alguna forma, de los funcionarios señores Corominas, Luis Gómez, Mantecón, Míngüez y Santa Olalla (debutante en la isidrada), que se turnarán en la presidencia de los festejos.
Babelia
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