Un fraude tolerado: la carne que consumimos tiene hasta un 20% de agua
En el fondo, late el fraude. Cuando se cría ganado para el consumo humano el engorde del animal es factor importante desde el punto de vista comercial. Hace algún tiempo que se ha descubierto que con la administración al animal de sustancias que provoquen un hipotiroidismo -es decir, que anulen la función tiroidea- la res engorda de manera un tanto desmesurada. Se provoca una obesidad patológica. La disfunción de la glándula tiroidea hace que la absorción de agua sea muy superior a la normal y que, por tanto, la carne pierda consistencia y sabor, aunque gana en presencia porque aparece más blanca, con un color rosa pálido.El animal así tratado puede engordar en el último mes de cebo de quince a veinte kilos, engorde artificial, como decimos, a base de agua y de una acumulación mayor de grasa en los parénquimas.
Ya en el matadero, el animal pierde durante el oreo cerca de un 2% de su peso. Y posteriormente -el testimonio de las amas de casa es definitivo- esta merma se incrementa notablemente en la cocina. El ama de casa, además, prefiere, sin saberlo, la carne procedente de los animales tratados porque confunde en muchos casos el color y la blancura que adquiere con la de ternera. Incluso en muchos mataderos se aconsejaba el uso de estos productos hormonales porque la carrie blanca tiene mejor venta que la roja, aunque esta última sea de mejor sabor y sea más natural. Además, las canales toman una forma más redondeada y atractiva para el comprador.
Finalizadores
Entre los ganaderos estos productos se llaman finalizadores. Ellos concluyen el proceso de enaorde del ganado. Y lo concluyen doblemente: por un lado, provocando su obesidad; y por otro, porque si la res en cuestión no es sacrificada en su momento, sufre un proceso patológico serio que va desde la descomposición de sus funciones metabólicas, hasta su descalcificación.Los finalizadores son sustancias antitiroideas -tiourácidos y similares- que se les proporciona al ganado mezclado con los piensos.
Los problemas de tipo sanitarío que se pueden derivar de la ingestión de carne así tratada no se conocen con exactitud. Pero lo cierto es que los países más avanzados han prohibido terminante mente su uso. En España comenzó a tratarse hormonalmente a los pollos, y hubo de abandonarse esa práctica ante el decomiso de los destinados a exportación. Sin embargo, en otros tipos de carne, vacuno, ovino y de cerda, el problema subsiste en una magnitud que en cifras dadas por el veterinario doctor Borregón, anterior subdirector general de Sanidad Veterinaria, llegaba al 90% en el vacuno y al 80% en la carne de cerdo.
Cifras
Económicamente, el fraude adquiere otros caracteres. No puede olvidarse que estarnos pagando por carne auténtica casi un 20% de agua y grasa. Haciendo números globales, las cifras alcanzan cotas de un fraude sensacional: de la carne que consumimos en España -y que pagamos como tal-, casi veintisiete millones de kilos son de agua. En precio de origen, haciendo cálculos bajos, esto supone casi los 4.000 millones de pesetasaño.
Agricultura toma medidas
Inexplicablemente y pese a denuncias anteriores hechas desde distintos medios de información profesional, el Ministerio de Agricultura no tomó hasta el mes de marzo de 1977 medidas contra este fraude. (Fraude que el mismo departamento sufrió, ya que tiene establecidas una serie de primas de producción que, igualmente, se veían afectadas por este sobrepeso artificial.)De todas formas, hasta el pasado mes de marzo el Ministerio no tomó medidas reales. En el Boletín Oficial del 12-3-77 se insertaba la resolución que decía: «Para evitar que el uso de las sustancias antitiroldeas (tiourácidos o similares) pueda ser derivado hacia el engorde y cebo de terneros, la Dirección General de la Producción Agraria, dispone: los registros de productos zoosanitarios en cuya composición se encuentren sustancias antitiroideas quedarán anulados a partir del 30 de junio de este año. Desde esta, fecha queda prohibida la tenencia, circulación y uso de sustancias de acción antitiroidea con destino a ganadería, así como las sustancias veterinarias que lo contengan.»
Se ve, pues, que las medidas han sido tajantes. Pero también se comprueba que han sido tomadas con un plazo suficientemente amplio.
Mientras tanto, seguiremos comiendo carne aguada y pagando, por cada kilo de ternera, doscientos gramos de agua. Una proporción verdaderamente preocupante.
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