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Vacilaciones británicas sobre la elección del Parlamento Europeo

Juan Cruz

Gran Bretaña tardará en decidir qué sistema va a seguir para elegir a sus representantes en el Parlamento Europeo, pero lo que no cabe duda es de que terminará eligiéndolos, porque a eso está comprometida con sus colegas del Mercado Común. Esta posición, expresada por el ministro de Asuntos Exteriores David Owen, es muy optimista sí se tiene en cuenta la división que sobre el tema existe en todos los partidos representados en el Parlamento de Westminister y sobre todo en el seno del grupo laborista.

Los desacuerdos que se mantienen con respecto a las elecciones directas ha aconsejado a los diferentes líderes a dejar la votación que se produzca en el futuro al criterio de cada uno de los miembros del Parlamento. Esa circunstancia, que tiende a aliviar las tensiones existentes, hará más complicado el proceso de elección de una fecha y un método para decidir quiénes han de representar al Reino Unido en Estrasburgo.De lo que Owen ha tenido que convencer a sus colegas de todos los partidos, es de que Europa no va camino de convertirse en una federación de Estados ni que Westminister va a perder su soberanía como consecuencia de la existencia de un Estrasburgo elegido democrática y directamente en los países miembros de la CEE. «Nada se hará en Europa que no sea ratificado por nosotros, en Londres», dijo Owen.

Las sospechas de una preponderancia de Estrasburgo sobre Londres son antiguas. Fue el principal tema utilizado por los que en junio de 1975 pidieron que los británicos votaran «no» en el referéndum que confirmó la entrada del Reino Unido en el Mercado Común. La cuestión era tan delicada entonces como lo es ahora. Su gravedad aconsejó al Gobierno a dejarla fuera de su propaganda en favor de la CEE. Ese olvido se le reprocha ahora a Harold Wilson,. que era el líder laborista que propuso «sí» a la Europa Comunitaria.

Tanto Owen como los proeuropeos británicos de su categoría refutan el argumento de los que ahora también se oponen a las elecciones directas, diciendo que el compromiso de celebrarlas lo adquirió el pueblo británico cuando votó afirmativamente en 1975.

Los «antimercado común», algunos de cuyos representantes están incluso en el Gabinete laborista actual, tendrán que conformarse al final con las elecciones directas, aunque atrasen su celebración hasta el, momento limite para Londres.

Salvadas las «rebeldias» de sus propios diputados, lo que tendrá que decidir el Gobierno laborista será el sistema de elección, sobre el que también hay disputas considerables. Unicamente los liberales apoyan la elección por representación proporciona¡, que les garantizaría un control mayor de escaños. Los laboristas y los conservadores de uno y otro signo preferirían que se mantuviera en lo posible el actual sistema de mayoría simple, o la aplicación de listas regionales para elegir los diputados de Estrasburgo sobre una base más amplia que la que se usa para nombrar a los que hoy se sientan en Westminister.

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