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Antes de 1980 no habrá nuevo aeropuerto en Tenerife

«Desde el punto de vista técnico, resulta prácticamente imposible inaugurar el aeropuerto transoceánico del Sur con todas sus instalaciones antes de 1980», ha declarado a EL PAIS un técnico aeronáutico, conocedor de los problemas y vicisitudes que la construcción de este nuevo campo ha traído consigo en los últimos años. «La única forma de que el transoceánico entre en funcionamiento -añadió- es dar prioridad a todas las instalaciones auxiliares y que el Ministerio del Aire habilite un chamizo prefabricado que sirva como terminal, puesto que el edificio definitivo necesita ineludiblemente alrededor de dos años para su construcción.»Nuestro interlocutor declaró luego que no hay motivo alguno para pensar que el actual aeropuerto de Los Rodeos no pueda seguir prestando perfectamente sus funciones como hasta el momento del trágico accidente. «Lo que pasa es que tiene una maldición sobre si que lo convierte en imán de todas las tragedias», apostilló. Son casi novecientos muertos en la historia de Los Rodeos, y sin tener tanta culpa sus instalaciones.

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Un nuevo aeropuerto

La historia del aeropuerto del Sur, de Tenerife, es quizá el ejemplo más claro de la presión de la administración local canaria ante un Ministerio para intentar conseguir que se realice una obra considerada por los isleños como esencial para el futuro desarrollo económico en sus vertientes turística e industrial de Tenerife.Desde la década de los sesenta, en el Cabildo se tenía plena conciencia de que el aeropuerto de Los Rodeos estaba condenado a no ser nunca el gran campo que la isla necesitaba: las malas condiciones atmosféricas de la zona donde éste se halla enclavado -lo que obligaba a frecuentes cierres al tráfico aéreo-, la altitud y situación del mismo, lo convertían en un aeropuerto de dudoso porvenir a largo plazo. Pero en Madrid, en el Ministerio del Aire, la simple idea de tener que construir otro aeropuerto en la isla, cuando aún existían otras sin ninguno y con la proximidad del de Las Palmas, en el que las obras susceptibles de ampliación y mejora se podían realizar a bajo costo, les parecía poco menos que descabellada. No obstante, el Cabildo siguió en el empeño y la corporación siguió buscando un emplazamiento que fuera idóneo para el nuevo campo proyectado.

Todo el norte de la isla -donde se concentraba el 70% de la población-, incluyendo a la capital, y donde radica el potencial agrícola y turístico, fue minuciosamente estudiado, pensándose en Valle Guerra como posible lugar para un nuevo aeropuerto. Descartado finalmente porrazones técnicas, se pensó entonces en el Valle de Guimar, ya en el Sur, puesto que su distancia de Santa Cruz era relativamente soportable, pero tampoco en Guimar prosperó la idea de ejecutarse con todas las garantías de futuro esta obra de tanta magnitud, por lo que los ojos de los expertos terminaron fijándose en el Medano, donde ya existía un pequeño aeródromo auxiliar, con amplias posibilidades de expansión y unas condiciones meteorológicas idóneas. La idea original -hablamos ya a principio de los años 70- era construir una pista de vuelos, con sus correspondientes instalaciones auxiliares de ayudas a la navegación, torre de control y pequeño terminal, para que sirviera de aeropuerto auxiliar del de Los Rodeos durante los días en que la niebla imposibilitara las operaciones en éste, así como campo receptor de vuelos charter. El Cabildo adquirió los terrenos en el Medano -doce millones de metros cuadrados- a precios sensiblemente bajos, dada la buena predisposición de los propietarios de la zona a colaborar con la obra, y en el mismo año de 1972, con el fin de acelerar los trámites, se hizo cargo de los gastos de redacción de los proyectos, lo cual posibilitó que en junio de 1973 se adjudicara la pista de vuelos del aeropuerto del Sur, cuyo coste se elevó a 688 millones de pesetas. Para lograr esto, al presidente del Cabildo de aquel entonces, Andrés Miranda, le costó innumerables viajes a Madrid, para tratar de convencer a todo el equipo del Ministerio del Aire de la urgencia y necesidad de acometer las obras, que según el proyecto de aquel tiempo costarían alrededor de 1.500 millones de pesetas.

Por si fueran pocas las dificultades, un centro de interés turístico nacional, El Guincho, se interpuso en los planes del futuro aeropuerto, presionando sus promotores para que el emplazamiento de la pista de vuelos fuera alterado con el fin de no perjudicar a la urbanización que se proyectaba en la zona, pero al final se impuso la cordura, y la Administración falló a favor del aeropuerto, decretando las correspondientes servidumbres aeronáuticas y de ruidos. Aquel su ceso -en el que por parte de los promotores de El Guincho se movieron poderosas influencias- costó un año de retraso en la adjudicación de las obras de la pista

En febrero de 1974 entra un nuevo presidente en el Cabildo, Rafael Clavijo, quien, al igual que sus antecesores, dedicaría gran parte de sus esfuerzos al tema del aeropuerto del Sur, al tiempo que su gestión se caracterizaba por su decidido empeño en industrializar la isla como solución de futuro.

Una pista en el desierto

Finalizadas las obras de construcción de la pista de vuelo y de rodadura, en el verano de 1975, de modo inexplicable las obras del transoceánico se interrumpen y se produce entonces un largo impasse, quedando en el Medano solamente una «pista en el desierto», como acertadamente la calificó la prensa local. La causa de este tiempo muerto era la falta de proyectos técnicos, consecuencia lógica de la ausencia de un plan director. Se había construido la pista sin estar aprobado un plan director del aeropuerto. Luego vendrían los problemas de adaptación de las diferentes instalaciones del campo, a lo que ya estaba inexorablemente hecho.La pesadilla de un aeropuerto inconcluso y sin utilidad alguna rondó por aquellos meses por la isla, y el tira y afloja entre el Cabildo -gran gestor y promotor- y el Ministerio del Aire duró todo un año; las declaraciones a la prensa se sucedían cada vez que un alto cargo de la Administración visitaba Tenerife, pero el pueblo, y hasta el mismo Cabildo, eran cada día más escépticos en promesas, después de que se había asegurado que en 1976 estaría el transoceánico funcionando, y sólo veían en el Medano una pista sólo utilizable por los aficionados al aeromodelismo.

En octubre de 1976 son adjudicadas las obras del movimiento de tierras y urbanización de los terrenos, por valor de 385 millones de pesetas; en noviembre, el edificio de incendios, y en enero de 1977, el balizamiento. En total se han adjudicado obras por parte del Ministerio del Aire por valor de 1.264 millones de pesetas, quedando pendientes de adjudicación el edificio terminal (mil mil lones), torre de control y ayudas radioeléctricas. Al final, cuando llegue, en el aeropuerto del Sur se habrán gastado 2.760 millones de pesetas, de los que casi trescientos aportó, a fondo perdido, el Cabildo.

Ahora ya no hay obstáculo alguno para llegar al final de las obras. Costó arrancar de nuevo, pero en el pasado año se logró adjudicar obras por valor de más de quinientos millones de pesetas. Y dentro de dos o tres años, Tenerife podrá sacudirse de encima la pesadilla de Los Rodeos, un campo con limitaciones, pero sin llegar a presentar los peligros que los diarios sensacionalistas del mundo le han achacado; el aeropuerto de Los Rodeos, más que el hándicap de la niebla, que a causa de su altitud padece muchos días al año, ha tenido sobre sí la mortificante carga de su propia desgracia.

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