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Auge soviético en una zona tormentosa

Nicolai Podgorny es el primer jefe de Estado de la Unión Soviética del Sahara. Esta presencia en las del Sahára. Esta presencia en las cercanías inmediatas del polvorín rodesiano ha alertado a los países occidentales, y a la República Popular China, sobre un hecho incontestable: el retroceso de la influencia de dichos Estados sobre el conjunto del mapa africano, en beneficio de la URSS.Esta situación actual supone un contraste notorio, si tenemos en cuenta que cuando en Africa empezó a despertar la conciencia nacionalista e independentista hace más de un cuarto de siglo, Moscú no tenía una sola representación diplomática sobre el continente negro. ¿Cuál ha sido la razón de este cambio fundamental? Es este un interrogante bastante complejo, dada la realidad africana que evoluciona con una aceleración histórica superior a la de cualquier otra zona del planeta.

La vista hacia Moscú

No obstante, se puede avanzar o esbozar una explicación. Hoy Occidente abandona los últimos pedazos de sus imperios coloniales tras mantener, en bastantes casos, una actitud reticente hacia la independencia de los países africanos. Los europeos procuran dejar bien instaladas estructuras e instituciones políticas similares a las de la metrópoli y, en definitiva, salvaguardar el acceso occidental a las materias primas en condiciones; tan favorables, o casi, como durante la dominación colonial.

Esta política supuso una actitud sumamente desconfiada hacia el nacionalismo o los regímenes progresistas de Africa, buscando su aislamiento para que el ejemplo no se extendiese. En cambio, su apoyo se volcaba sobre regímenes más dóciles, que aseguraban mejor el mantenimiento de la explotación de las riquezas agrícolas y minerales del continente.

Para salvar ese aislamiento, nacionalistas y progresistas volvieron sus pasos hacia la Unión Soviética. Y Moscú no prestó oídos sordos, aunque a veces dejase insatisfechos a algunos movimientos o Estados por la cortedad material de su apoyo, usura que Nikita Kruchev había definido con estas palabras: «Observamos siempre una actitud prudente hacia quienes adoptan cierta etiqueta política, pero que parecen interesarse, antes que nada, por nuestra ayuda militar». En mayor o menor medida, este apoyo no dejó de llegar y, ahora, el presidente soviético puede recoger los frutos de la política africana de la URSS, que ha resultado línea más coherente que la practicada por Occidente, o por Pekín, en varias ocasiones situados a la par, apostando por el «caballo perdedor». (Como ocurrió en el caso de Angola.)

Diferencias Este-Oeste

Un ejemplo ilustra esta diferencia entre, la postura de los Gobiernos occidentales y Moscú: al comienzo de la década de los años sesenta, el hoy presidente de Angola, Agostinho Neto, se dirigió a Washington para solicitar ayuda para sacudir su nación del dominio colonial del salazarismo portugués... sin encontrar eco alguno. Sólo entonces se dirigió a Moscú, donde encontró ese apoyo. Este no es el único ejemplo. Los países africanos se sienten exasperados por la ambigua posición de Estados Unidos y Europa frente a los regímenes minoritarios del Africa Austral; si bien condenan la segregación racial, como principio, temen llevar a la práctica las resoluciones internacionales que imponen el bloqueo económico y militar a Rodesia y Suráfrica.

También en este terreno, la política soviética gana puntos. El señor Poidgorny está visitando tres países que sostienen a los movimientos nacionalistas rodesianos y de Namibia y con cuyos líderes se va a entrevistar en Zambia. Sus declaraciones contra los Gobiernos blancos de Salisbury y Pretoria han sido duras y claras, en contraste con su actitud conciliadora en lo que se refiere al establecimiento de bases en territorios africanos o sobre el océano Indico. Este conjunto de factores, es lo que ha permitido, fundamentalmente, el avance de la Unión Soviética en Africa. Sin embargo, no puede decirse que sus «aliados» africanos sean tan incondicionales como para que pueda hablarse de una «sovietización» o «satelitización» del continente. Es cierto que el número de regímenes progresistas o que han adoptado los principios marxistas-leninistas se ha visto incrementado y que han fortalecido sus vínculos con Moscú o con La Habana, pero no hay que olvidar tampoco que esos acercamientos difícilmente se pueden considerar como estables. Recordemos el giro que dio Egipto, o que en la actualidad Somalia, considerado como el Estado más fiel a Moscú en Africa tras la expulsión de los soviéticos por el régimen de Anuar El Sadat, duda entre los petrodólares de Arabia Saudita y los rublos de Moscú, procurando mantener una posición más equidistante.

Esta actitud de búsqueda de equidistancia puede resultar también un resumen de la posición de los países nacionalistas y progresistas africanos, que, celosos de una independencia reciente, quieren quedar fuera de los bloques militares o económicos de las potencias mundiales.

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