Once artistas aragoneses
Tanto en la presentación como en algunos de los comentarios críticos en torno a estos once pintores aragoneses he venido observando un empeño de alusión al precedente remoto de Goya; empeño injustificable, forzado, traído por los pelos o venido a la memoria por solas razones de coincidencia en el lugar de origen. Ni el que sean once, ni el que los once sean aragoneses guarda relación alguna con el hecho de que también Don Francisco fuera aragonés y valiera por once o por once mil, aparte de que su pertenencia general al universo desmiente particulares localismos.Que en Aragón haya surgido un movimiento masivo y compacto (incrementable, por su intención igualmente renovadora, con los nombres de Broto, Tena y Rubio) denota, sin más, y por suerte, el efectivo florecer de nuevas generaciones, conscientes del sentido de nuestro tiempo y de la expresión que mejor parece cuadrarle. Un florecer vanguardista, extensivo a otras regiones, con el que Goya no guarda otro parentesco real que la arquetípica encarnación de un símbolo perpetúo de vanguardia.
Once artistas aragoneses
Galería Propac. Casado de Alisal, 5.
Más obvia, a juicio mío, resulta la conexión con un precedente próximo cual lo fue, allá, por los años cuarenta, el grupo Pórtico (con el buen hacer plástico de los Aguayo, Lagunas, Laguardia, Vera, Antón.... y el decir poético del siempre recordado Labordeta), por haber sido igualmente aragonés, singularmente premonitor y decididamente dado al juego de la libertad manifestativa. Por encima o debajo de diferencias estilísticas, es lógico que en el discurso histórico quede esa huella próxima que enlaza generaciones y actitudes.
Nota común. a los más de nuestros once aragoneses es la preocupación por la práctica específica de la pintura (no el redundante axioma del arte por el arte; la restitución, más bien, de los medios y finalidades que el arte reclama como propios), viniéndoles las diferencias singulares (más allá de la disparidad de edades y particulares denominaciones de grupo, Intento, Azuda 40, Forma...), de la proclividad que unos muestran hacia un surrealismo más o menos ortodoxo, en tanto otros atienden (es un decir) a un simbolismo mágico y toman otros muy en cuenta las enseñanzas y orientaciones, del neo-abstraccionismo.
De entre los primeros es de destacar la obra de Natalio Bayo y su empleo irónicamente heráldico del color. Ejemplo del neo-abstraccionismo (no muy distante de la cuestionada relación entre soporte y superficie), son las calculadas interdistancias de Lasala, y las concepciones aurorales del más joven Francisco Rallo. El simbolismo mágico, por último de Joaquín Jimeno deja honda huella, investida de homogeneidad, en el quehacer de muchos de los más incipientes de entre estos once artista! aragoneses.
¿Que las intenciones hallan, en los más de ellos, mejor acomodo que los resultados? Cierto. No lo es menos, sin embargo, que un sano aire de juventud y renovación se pasea en el ir y venir de las salas y de cuanto en ellas se expone. Llegarán a buen puerto quienes lleguen. Todos, no obstante, dan prueba de estas dos virtudes, en cuya conjunción reside lo mejor de sus propuestas: el conocimiento de los actuales derroteros del arte de pintar, y el reflejo indiscutible de una abierta actitud que honra a promotores y ejecutores... y al medio mismo en que unos y otros se desenvuelven.
Babelia
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