Jesús Yzcaray: "Toda novela es social y la mía también"
Hoy se presenta su obra "Madame García tras los cristales"
«Yo he sufrido un doble exilio, una doble crueldad: el destierro del hombre y de su obra. Puede usted creerme, cuando le digo que para ningún escritor, par ningún artista español, cualquiera que sea su tendencia ideológica, quiero un destino semejante. Al contrario quiero para todos la libertad», declaró a EL PAIS Jesús Yzcaray, escritor que regresó oficialmente a España en noviembre de 1976 y que hoy presenta su novela Madame García tras los cristales, segunda de sus obras permitida por censura administrativa.La trayectoria vital de Yzcaray es similar a la de tantos miles de españoles: el exilio al finalizar la guerra civil, la continuidad de su que hacer en otros países y el retorno en los últimos años.
«Obtuve el Premio Nacional de Literatura en 1938, por el libro colectivo Madrid es nuestro. De toda mi obra narrativa sólo están autorizadas, hasta la fecha, la novela que se presenta esta tarde y Un muchacho en la Puerta del Sol, principio de una futura tetralogía en la que se incluye Cuando. estallaron los volcanes.»
EL PAIS. ¿Qué es Madame García tras los cristales?
Jesús Yzcaray. Es una novela donde se ve retrospectivamente, en el recuerdo atormentado de una exiliada, la lucha de las guerrilllas de Levante. Una cosa son los propósitos y otra los logros, evidentemente, pero de ella se ha dicho que es un símbolo del exilio. En cualquier caso, la protagonistas no sabe si dejó de vivir en el año 49, cuando salió de su tierra o si sigue viviendo en Nimes, exiliada.
Lo que sí puedo afirmar es que Madame Garcia... es la novela más dolorosa que he escrito, no sólo por el drama que se« narra -esa lucha, sobre todo al final-, sin esperanza de los guerrilleros, sino por el personaje en sí mismo. Si es un símbolo del exilio, como se ha dicho, la verdad es que es un símbolo que no he buscado. Creo, con Pavese, que en la novela los símbolos no se prefabrican; que es el personaje, por su fuerza, al trascender de sí mismo, cuando se convierte en símbolo.
E. P. Su obra parece inscribirse en la corriente de «el realismo social», corriente un tanto vapuleada por la crítica de unos años a esta parte. ¿Está de acuerdo en esta inscripción?
J. Y. Cada escritor refleja de una forma o de otra, cuando es buen novelista, su experiencia vital. Yo reflejo la mía, que es la experiencia de un hombre que desde muy joven empezó a luchar por la democracia y por llegar algún día al socialismo. La raíz de mi obra está en mi experiencia y en la de los hombres y mujeres que han luchado por el pueblo español. ¿Esto es social? Claro que es social y, en realidad, toda novela es social. Ahora bien, por ello ¿todas mis novelas son de buenos y malos?, es decir, ¿los progresistas son hombres y mujeres perfectos, intachables y las gentes reaccionarias unos malvados? El autor que hiciera eso sería un imbécil. Yo veo a los hombres en su ámbito social y en su complejidad íntima, es decir, como seres humanos, todos llenos de contradicciones, con virtudes y defectos. Creo que sin eso no hay realismo y que no hay que confundir nunca el arte con la propaganda y, aún así, siempre he creído que la propaganda debe abarcar la realidad lo más ampliamente posible y ser siempre verdadera,
El arte tampoco se puede identificar con el didactismo. Gramsci decía que todo arte es educativo en cuanto arte, pero el que se proponga un fin directamente didáctico, tiene mucho ganado para dejar de ser arte.
E. P. Usted que ha sido censurado en numerosas ocasiones y obras, ¿defiende algún tipo de censura?
J. Y. No en una, democracia, y mucho menos si esa democracia es socialista. La condición primera para el desarrollo del arte en nuestra época es, sin duda, la de la plena libertad de creación. El arte necesita de la diversidad de estilos, escuelas y ópticas.
Babelia
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