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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Luis Felipe Vivanco: conclusión de la vida

Es curiosa y digna de admiración la rigurosa correspondencia entre el estilo de la vida y el carácter de la obra del poeta Luis Felipe Vivanco. A diferencia de los más de nosotros, Vivanco eligió el semianonimato, el retraimiento, el retiro, el descampado, así en su paso por el mundo como en el rastro indeleble de su verso. Vivió en una discreción tan alejada de la «vida literaria» como de la vida politizada, dejando a todos que pasasen por delante de él, y a su obra que quedara muy insuficientemente leída y comentada. Murió perturbando lo menos posible, y se diría que como escogiendo cuidadosamente el día enque menos daría que hablar, el día en que otra muerte oscurecería la suya.Su poesía ha sido como su vida: canto llano, grave y sencillo, cortado, igual que su comportamiento, con salidas imprevisibles, desconcertantes. Poetización, sin sombra autoderogatoria, sino, al contrario, orgullosa, del ser gotoso y remendón, desdentado y sin próstata. Poesía de la prosa, de lo aparentemente no poético, pero nada miserabilista, ni aún feista; poesía del Descampados, de las Cercas, de los Caminos. Poesía en la cual palabras como el insistir o volver, siempre, lo mismo, y el atreverse intransitivo -expresión de un introvertido y tímido, pero firme atrevimiento esencial-, palabras que, apareciendo con frecuencia en la obra anterior, recurren en el libro que esta nota comenta, y revelan la tensión interna de toda una vida poética, cuya procesión fue siempre por dentro. Comparándose, en el poema La condición canina, con lo que hace ese otro poeta, Arturo Serrano-Plaja, en el libro, canino también, al que se refiere, precisa que: Tú no te hartas de estar fuera, y muerdes. Yo no me harto de estar dentro y no muerdo.

Luis Felipe Vivanco: Prosas propicias

Selecciones de Poesía Española, Plaza y Janés, Barcelona 1976.

Libro que, salvo algún poema rigurosamente versificado, nos habla en versículos muy largos, que se mueven en la frontera misma del verso y la prosa, pero son siempre poesía (sin tener nada que ver con la prosa poética) y que, por lo mismo, sería sumamente importante estudiar en ese su gozne poético-prosaico, tan genuino de Luis Felipe Vivanco.

La novedad de Prosas propicias, con respecto a la obra anterior, es patente. No se emprende en él un «camino» nuevo, pero se reemprende, se vuelve a tomar, desde más atrás. Hasta cierto punto pue de hablarse de una renuncia a presentar -en una suerte de poesía cónica, si se me permite la expresión, tan contradictoria como el intento del poeta al que, creo, es fiel-, la realidad misma en su concreción cotidiana, sin intermediario «literario» alguno, por supuesto, pero casi ni «poético» tampoco. La poesía de Luis Felipe Vivanco no estaba hecha de ideas, por supuesto, pero pretendía el imposible de no estar hecha tampoco de palabras, sino directamente de cosas. Pienso que en este libro ceja en el empeño para siempre sin metáforas, sin la menor tentación de «brillantez», desnuda, trabajosamente, tanteando en un poderoso balbuceo alejado de cualquier facilidad, reemprender, como antes decía, su camino.

¿Hacia dónde? Acorde con su carácter de último y póstumo, este libro consiste, creo yo, en el cierre del círculo de una trayectoria poética. A diferencia de los anteriores, no es un libro «realista» -entiéndase la palabra en el sentido antes señalado-, sino, en buena medida, «surrealista», de reasunción de un personal vanguardismo hasta en el detalle tipográfico de la supresión de la puntuación. Luis Felipe Vivanco, para despedirse de la poesía y escribir su Conclusión de la vida, vuelve al discurso lírico, lógicamente incoherente, que se abre camino entre asociaciones invisibles, vuelve a los inicios surrealistas y ultraístas y creacionistas en que se formó, y por eso tiende su voz, como en un gesto de homenaje, a Bretón, a Tristán Tzara y Tristán Corbilre, a Juan Larrea, Vicente Huidobro y César Vallejo. También -hay en el libro poesía cívica- a León Felipe y a Picasso, «agredido a los noventa años». Y, pues se trata de una despedida, y de Prosas de amistad, su familia y sus amigos en un grande y contenido adiós.

Es un libro en el que se recupera la juventud poética desde la seriedad conquistada a lo largo de la vida en poesía que ni antes ni ahora consistió en nada «bien traído», exigente hasta el final. Es un libro que merecería un análisis a fondo, el cual nos revelaría, probablemente, muchas claves de la poesía española contemporánea. Lo que autobiográficamente representa -autobiografía tanto de la poesía como de la vida- yo lo resumiría en esta exclamación tan compendiadora -con su gota de quevedismo, y hasta de orsismo- del modo y manera de su poética imaginación: ¡Que me quiten a mí lo no bailado!

Sí, es lo no reconocido, lo no alabado, lo dicho y no oído, lo «no bailado », lo que justamente -injustamente- por no habérsele dado, nadie le podrá quitar.

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