Salzillo, en música.
La escultura de Salzillo representa el más brillante y bonito capítulo de un barroco español en decadencia. El realismo teatral de Andalucía, pintoresco y exagerado, como señala D'Ors, capaz de incluir elementos naturales, se convierte en Salzillo en imaginería fotográfica.«Salzillo -escribió D. Eugenio- y el árbol de veras, y los pescados de veras en la mesa de los apóstoles. Y la romanza en la bonitura de la Virgen.» Para un arte así, Manuel Berná (Albatera, 1916) ha compuesto una suite en cuatro tiempos (en cuatro imágenes, El angel, La Dolorosa, Los azotes, San Juan) que no intenta decribir, sino muy accidentalmente. Sí, expresar la emoción que en el ánimo del músico levantino produjo la contemplación frecuente del arte de Salzillo. De modo espontáneo, el resultado se sitúa en paralelo con la incitación escultórica.
Teatro Real
Orquesta Nacional.Director: Frühbeck. Solista: A. de Larrocha. Obras de Berná, Mozart y Dvorak. 4, 5 y 6 de febrero.
Hay formas claras, música bonita, colores suaves, tradición y aura levantina. Sólo algunos procedimientos técnicos modernos son utilizados por Berná al servicio de su intencionalidad estética. En el plano orquestal, de la gran formación sinfónica se desgajan con frecuencia intervenciones solistas (flautín, fagot, corno ... ). Por el mismo carácter de cada imagen, la música responde a expresiones líricas, meditativas, dolorosas, triunfantes: dramáticas, en fin.
Dramatismo a la acuarela, si se quiere, pero sinceramente, sentido y expresado. La obra, galardonada con el Premio Villa, en 1974, fue muy bien llevada por Frühbeck y, entre otras cosas, nos ha puesto en contacto directo con un compositor de muy seria formación (San José, Tomás Blanco, López Varela, Gombau fueron sus maestros), autor de otras partituras que será interesante conocer: Sinfonía primaveral, El miserere, sobre Bécquer. Imágenes fue recibida positivamente por el público de los viernes, y el autor, en compañía de Frühbeck, recogió repetidas ovaciones.
Alicia de Larrocha ya es leyenda. He ahí su triunfo y su peligro. Hasta los que la conocemos de siempre le exigimos, inconscientemente, cada vez más. La gloria de Alicia es que responde a la exigencia, perfecciona y depura su arte, ahonda en la comprensión y comunicatividad de cuanto toca. Caso bien claro: el Concierto en si bemol, KV 595, de Mozart, que, con asistencia muy equilibrada de Frühbeck y la Nacional, ofreció en el último concierto del Real. Precisa de mecanismo, austera de línea, comedida de expresividad, bien impostada en el estilo, el Mozart de Larrocha fue francamente bueno y dio ocasional público madrileño para tributar a nuestra pianista el homenaje que se merece por su carrera internacional y por la concreta actuación del día.
La obra de repertorio elegida por Frühbeck para completar programa fue la Octava sinfonía de Dvorak.
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