La conquista literaria de la realidad
Pese al tiempo transcurrido desde 1942, fecha de la publicación alemana de este libro cuya primera reimpresión española tras la de 1950 aparece ahora la gran obra de Erich Auerbach sigue siendo en su conjunto, enormemente válida. Y por de pronto, quizá sobre todo en su método al que, curiosamente, recurrió por hallarse cuando lo escribió durante la guerra, con muy pocos libros y sin revistas recientes a su alcance.Método que no expone teóricamente hasta el final.Cuando al hablar de Virginia Woolf y de su técnica de detenerse y ahondar en un suceso cualquiera. en su aparente insignificancia, lleno de sentido, y al recordar que según algunos filólogos actuales, de unas po & pasajes de tal o cual obra pueden sacarse cosas más decisivas que de todo un curso sistemático, se le ocurre que él también podría dejarse llevar de algunos motivos, extraídos de unos cuantos textos para, interpretándolos, «escribir algo así como una historia del realismo europeo». Es, en realidad, el método que Heidegger siguió para su lectura -entre otras- de Hölderlin, el que el crítico Jean Starobinski, siguiéndole, así como a Spitzer, ha llamado del círculo crítico: del texto elegido a la totalidad de la obra para, desde ésta, volver de nuevo a aquél.El argumento de la obra es la interpretación de la realidad (su mímesis o imitación) por la representación literaria. No, en el estrecho sentido de la palabra, una historia del realismo. puesto que éste, en cuanto meramente cómico, sólo incidentalmente es considerado. Lo que al autor le importa es la captación creciente de seriedad, problematicidad y, si no elevamos la,voz, sentido trágico de la realidad, por la literatura. La interpretación textual puede y debe ser flexible, pues los textos son muy cambiántes, según hoy bien sabemos, según la lectura que de ellos se haga.
Erich Auerbach
Mímesis: La realidad en la literatura. Fondo de Cultura. México. 1975.
Hasta la época moderna el principal hilo conductor es el contraste entre la literatura greco-latina, en la que todo es contado, puesto a plena luz, presente, visible y tangible, ordenado sin perspectiva. ahistórico, y la literatura bíblica con su consubstancial trasfondo, y el Dios escondido que de repente, aparece y vuelve enseguida a desaparecer. Auerbach pone en relación lo que se dice con el cómo se dice estilísticamente la predominante sintaxis paratáctica -no puesta en la relación del condicionamiento como se ha hecho lueco con la langue, así por ejemplo en cuanto a la peculiar pobreza sin categoremática del hebreo-, o la frecuencia del diálogo breve. frente al largo y retórico período clásico. Después, con la latinidad decadente el lenguaje empezó a ser penetrado por la realidad del momento sobre todo por la sombría, turbia, sangrienta y ordenando mal. debilitando las preposiciones causales, vuelto a Io concreto de los hechos». Auerbach prosigue luego con,la lítetatura francesa medieval y sus predominantes enlaces consecutivos de oráciones bien coordinadas en contraste con las abruptas, rotas, de las epopeyas germánicas. Otro contrapunto muy radical que se corresponde con el biblico antiguo:es el presentado literariamente en toda historia de Cristo. donde se tras pasan siempre lasbarreras es tilisticas y la sublimitas se funden con la humilitas. en el decir, como expresión literaria de su unión, ético-teológica. Y se emplea tam bién, en el modo que Auerbach llama figural de concebir la realidad, por el cual la designación propia, se asume y consuma en el otro polo, el de su sentido prefigurado. Auerbach dedica pági nas penetrantes a Dante y a Boccaccio -siempre a partir de textos concretos- y a su estupendo en riquecimiento estilístico, en cuanto a la captación de los matices de la realidad. Y también, en autores menores, como un Antonio de la Sale, sabe encontrar no vedades, así en la situación de un hombre y una mujer en el lecho, no la relación erótica, como era usual Dino a dos atribulados cónyuges que se comunican sus cuitas.
Tras el buen capítulo sobre Rabelais, el dedicado a Montaigne es excelente y personalmente confieso que, cuando lo leí por primera vez, hace muchos años. me ayudo sobremanera a entender al admirable relator de la humaine condition. Partiendo como era entonces usual. de una colección de citas con sus glosas, creó el género del ensayo. Ensayo -modernidad de modernidades- cuyo objeto es él mismo, el movimiento de su pensar, sus muchas desdobladas. alusivas, irónicas voces Describirla marcha misma del pensamiento ha sido empresa que literariamente sólo es comparable a la de los escritores contemporáneos, los del úItimo capítulo del presente libro los que hacen correr por sus páginas el flujo de la conciencia. El capítulo dedicado a Shakespeare es también de gran calidad.
En cuanto a la literatura espáñola del siglo de oro. Auerbach piensa que. por importante que sea desde,otros puntos de vista. «no tiene mucha significación en la historia de ta conquista literaría de la realidad moderna: mucho menos que Shakespeare e incluso que Dante, Rabelais o Montaigne». Por eso, si no recuerdo mal el capítulo sobre el Quijote, La Dulcinea encantada, no figuraba en la edición original alemana y habría sido escrito expresamente para la española. Se dicen en él cosas agudas. pero muy unilaterales: de algún modo mi trabajo sobre Don Quijote y Cervantes quiso, modestamente darle réplica. Hay en tal capítulo un pasaje que debo transcribir. «Pero lo logrado por Cervantes con este tema es álgo único y espléndido.
Aunque tal vez no sea del todo exacto decir "lo logrado por Cervantes". Tal vez nos ajustaríamos más a la verdad diciendo: lo que salió de sus manos. Varios siglos y, sobre todo, desde el romanticismo, llevan las gentes atribuyéndole a Cervantes, leyendo en él, entre líneas, mucho que el autor del Quijote ni siquiera sospechaba al escribir su obra. Estas interpretaciones y versiones superpuestas de un texto consagrado dan, a veces, buenos frutos. Un libro como el Quijote está, llamado, por fuerza, a deseffibarazarse de las intenciones de su creador, para vivir una vida propia: presenta una nueva faz de toda época que se complace en él.»
En su aribigüedad, en su hablar de un texto consagrado, en su razón y sinrazón, este pasaje, concorde con el New Criticism, queda hoy anticuado en el libro.
Libro que termina con capítulos dedicados a Moliére (y a Racine), a Manon Lescaut (y a Voltaire y Saint-Simon) a Schiller (y a sus compatriotas de la época), a Stendhal (y a Balzac y Flaubert), a los Hermanos Goncourt (y a Zola, lbsen y los rusos), y, en fin, a Virginia Woolf (y a Proust y a Joyce). Libro que es una de las grandes aportaciones a la teoría, a la crítica y a la historia de la literatura en Occidente.
Babelia
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