Un testimonio socialista en la Segunda República
La figura de Luis Araquistain ha despertado en los últimos años un creciente interés, que se ha reflejado sobre todo en un serio y ponderado trabajo de Raúl Morodo y en el espléndido libro de Marta Bizcarrondo Araquistain y la crisis socialista en la II República. Leviatán (1934-1936) (siglo XXI de España, Madrid, 1975). Araquistain fue, en cierto modo, el paradigma del intelectual de procedencia liberal al que el enconamiento de las luchas sociales y políticas en la España de los años treinta fue arrastrando hacia posiciones cada vez más radicales. En otro clima, en otro país, Araquistain acaso no hubiera sido más que un liberal progresista o un «radical» a lo anglosajona. En la España de la II República fue el dirigente intelectual del ala revolucionaria, bolcheviquizante, del principal partido marxista del país: el Partido Socialista Obrero Español.Pero Araquistain -como en su exilio había de demostrar cumplidamente- no fue nunca un marxista. Sus puntos de vista, aún en los momentos de mayor enfrentamiento dialéctico con la derecha y el centro del PSOE, no rebasaron nunca una cierta «marxistización», reflejo de la debilidad teórica que ha sido -y continúa siendo- uno de los males más graves del móvimiento obrero en nuestro país. La lectura de Marx y de Lenin por parte del grupo de intelectuales revolucionarios que se nuclearon en torno a Araquistain no deja de parecernos superficial y esquemática. Bien que sus contrarios dentro del propio partido socialista tampoco mostraron mucha consistencia teórica, la flojedad de Araquistain y sus amigos en punto a formación ideológica queda muy clara tanto en las páginas del libro que comentamos como en el citado, luminoso ensayo de Marta Bizcarrondo.
«Leviatán (Antología)»
Selección y prólogo de Paul Preston. Ediciones Turner, Madrid, 1976.
Pero Araquistain tuvo una intuición enormemente acertada comprender, siguiendo sin saberlo muy claramente a Lenin y a Gramsci, que una revista es un inmejorable centro de organización política. Leviatán, como Claridad, fue el centro donde cristalizó el creciente descontento del ala rebelde del PSOE a la política ambigua y titubeante de la dirección. Lugar de encuentro de quienes, sin renegar del todo de las tradiciones del socialismo de la II Internacional se sentían más cerca de las tesis de la III y aun de la IV, Leviatán llegó a ser una revista política con una densidad cultural absoluta mente infrecuente en nuestro país. En sus páginas han quedado textos de Wilhelm, Reich, de Harold Laski, de John Strachey, de Trotsky, de Angélica Balbanoff, de Otto Bauer, etcétera. Además de una serie de trabajos de firma española que es necesario tener en cuenta a la hora de emprénder la historia de las ideologías en nuestro país.
Como Marta Bizcarrondo, Paul Preston (profesor de la Universidad de Londres), no oculta las insuficiencias de Araquistain y de su grupo que, en última instancia, fueron del ala caballetista del PSOE. Con tino ha sabido recoger, en el libro aquellos trabajos de la revista más significativos históricamente, es decir aquellos que afectaban directamente a la problemática de la II República. Así nos encontramos que más que una antología de Leviatán es una antología de Luis Araquistain, más algunos artículos de Otto Bauer, Joaquín Maurín, L. Fersen y Ramos Oliveira. Lo cual nos parece un acierto pues sitúa mejor históricamente que otros trabajos, quizá culturalmente más brillantes pero menos significativos políticamente.
Posiblemente una de las razones del fracaso de Araquistain y su grupo es no haber rebasado el nivel cerradamente obrerista del caballerismo y no haberse presentado ante el PSOE como los intelectuales orgánicos que en aquel momento pedía a gritos el movimiento obrero español.
Babelia
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