Diálogo Norte-Sur y petróleo
La Comunidad Económica Europea, presa de su propia crisis económico-política, ha preferido pasar la pelota, sin jugarla, a los países exportadores de petróleo, que se reunen próximamente para fijar el porcentaje de la nueva subida del crudo. Para tomar la decisión Final. los trece países de la OPEP esperaban los resultados de la reciente cumbre de La Haya, en la que los industrializados deberían haber puesto a punto el mecanismo de sus concesiones al Tercer Mundo. No ha sido así y la Comunidad no ha tomado decisión alguna encaminada a la reforma del orden económico internacional.En consecuencia, se da por consumado el aplazamiento del diálogo Norte-Sur, que habría debido reunir en París. el próximo día 15, a los ocho países industrializados y los diecinueve subdesarrollados que integran la Conferencia sobre la Cooperación Económica Internacional.
Los países ricos en petróleo van a decidir la subida, pues, sin negociación previa. Dejándoles la iniciativa, la Europa industrializada puede responsabilizarles, a posteriori, de haber condicionado o estrangulado la ayuda al Tercer Mundo. En segundo lugar, el aplazamiento permite a una Europa sin iniciativa concertar con el presidente Carter la estrategia a largo plazo para negociar con la OPEP, Washinoton sigue siendo, en la sombra, el gran protagonista de las negociaciones petrolíferas. no en vano la producción y comercialización de más del 75% del crudo suministrado por la OPEP está bajo control de las multinacionales norteamericanas. Europa y Japón vana pagar otra Vez los, platos rotos del dominio energético estadounidense, acentuado tras la cuarta guerra árabe israelí y la subida de precios subsiguiente; sólo el gigante norteamericano puede equilibrar con los petrodólares que recibe, a cambio de sus ventas de productos manufacturados y, sobre todo, de armas a los dos miembros más poderosos de la OPEP -Irán y Arabi
Saudita-, su pérdida de divisas por la compra masiva de crudo.Las buenas palabras de la cumbre de La Haya no pueden ocultar la incapacidad de unos Gobiernos -acuciados por imperativos políticos, económicos o electorales- para responder con una sola voz al desafío histórico de crear una relación de intercambio justa. El statu quo de la energía barata, despilfarrada por los países industrializa dos desde el fin de la segunda guerra mundial. ya no puede ser mantenido frente a unas naciones para las cuales alterar las reglas del juego impuestas por los poderosos se ha convertido en objetivo principal. No hay criterios económico racionales que valgan, sino una lucha política que como todas, se establece en términos de relación de fuerzas y en la que los productores de petróleo utilizan como arma la única que tienen.
Mixtificaciones aparte, abundantes en un tema que interesa vitalmente a tantos, es un hecho que los exportadores de petróleo no habrían podido cuadruplicar en cuatro años el precio de su mercancía, si durante casi veinticinco no hubiera estado congelado. Productores y consumidores. sin embargo, están condenados a entenderse con o sin diálogo Norte-Sur. Su creciente interdependencia -descartada en la situación actual una intervención armada, como la que Kissinger planeara no hace mucho- parece la mejor garantía de que se impondrá la cooperación. Otra cosa es que esta cooperación se establezca sobre la marginación total de los que ni siquiera tienen petróleo que ofrecer, de un cuarto mundo en el umbral de la supervivencia.
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