La mujer, entre Electra y Edipo
Cuando Electra se decide a matar a su madre, se propone con ello instaurar de nuevo en el hogar ultrajado la paternidad legítima de Agamenón, de la cual se siente continuadora y responsable. Para el varón, el asesinato del padre y la alianza con la madre supone, por el contrario, la posibilidad de acceder a la fraternidad. No cesarán, sin embargo, las luchas entre los hermanos por la herencia paterna e incluso, como escribe Deleuze, puede que la fraternidad no haya hecho sino extender el velo de la latencia, pero históricamente parece comprobable que incluso sin haber traspasado los estrechos callejones del laberinto edípico, o precisamente como consecuencia de ello, no ha tenido el varón que renunciar a ninguno de los caracteres que como tal varón le configuran, para aspirar a su correspondiente «moietis» de poder.En el hombre, la superación del conflicto psicológico obtiene de forma inmediata un campo de acción y de autoafirmación; en la mujer un piélago de confusión y de pérdida de identidad. Cliptemnestra, que reivindica la función activa en el gobierno del Estado. en el matrimonio, en la procreación, en la filiación, no hace sino asumir las virtudes y los riesgos de una naturaleza viril. Cliptemnestra la adúltera y Electra la virgen, antagónicas y semejantes, igualmente masculinizadas, destruidas en su ser femenino, encarnan las contradicciones que enfrentan a la mujer contra ella misma. Ni la agresividad de la una. que intenta competir y suplantar al padre rey, ni la aquiescencia de la otra, que desea la perpetuación de su soberanía, les permiten abandonar los muros de la casa propia. El pacto de las dos, la complicidad de hija y madre hubiese abierto la posibilidad de instaurar un linaje femenino y un estilo de rebelión propio.
La relación hombre-mujer en la sociedad burguesa
Umberto Cerroni.Akal Editor. 1976, 171 páginas.
No resulta fácil determinar exactamente en qué consistiría un estilo de vida femenino que las mujeres pudieran desentrañar para llevar a cabo una rebelión medianamente seguras de sí mismas. Conciliadores análisis sobre el problema, como el que es objeto de este escrito, intentan presentar un diáfano panorama del conflicto. Tomando como punto de partida la tesis de Engels -la familia no es una organización natural, sino una articulación de la sociedad-, se examinan más tarde los avatares y transformaciones sufridas por la misma al hilo de la historia. Al reducirse en la sociedad industrial sus funciones jurídicas y socioeconómicas. la familia, de unidad productora se convierte en mercado de consumo. Sostenida por valores formales, puro caparazón de sí misma, viene a ser, sin embargo, paradójica e inusitadamente apuntalada por el mismo carácter disgregante y deshumanizante del entorno que la convertirá para el sujeto en pobre reducto de su maltrecha individualidad. Las situaciones del hombre y de la mujer y la interrelación entre ambos son fiel reflejo de las coordenadas históricas que en cada momento se producen, continúa contándonos Cerroni. El Eros, o tercer nivel en las relaciones hombre-mujer, no sería más que un producto típicamente burgués originado por la angustia y la soledad del hombre que intenta encontrar en la «falsa pequeña comunidad natural el sustituto de la gran comunidad ausente».
Los puntos de partida, obvios en unos casos y dudosos en otros, nos conducen a desconcertantes soluciones. Se trata de la inquietud y natural desconfianza que a todo individuo insatisfecho producen los remedios confiados al progreso de la historia. Porque incluso sin salirnos de ella, la única posibilidad sería enfrentarse amargamente con el horror que ciertas desnudeces nos producen y vivir hasta sus últimas consecuencias el conflicto que la permanencia de los disfraces nos comporta.
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