Una polémica todavía viva
Habiendo conseguido escapar al fin del limbo en que lo habían atrapado los censores (pos) franquistas, es posible ya comentar este libro que trata, no lo olvidemos, de acontecimientos que cuentan más de medio siglo. No conviene caer, sin embargo, en la tentación de explicar la inexplicable prohibición de este libro en base tan sólo a la infinita arbitrariedad de la Administración.Más que de un debate en sentido estricto, cabría hablar de un montaje paralelo de los escritos de Gramsci y Bordiga sobre un mismo tema: la naturaleza y potencialidad de los consejos de fábrica, cuestión que la experiencia torinesa, pese a la derrota de 1920, había situado en un primer plano de interés político en la Italia del fascismo ascendente.
Debate sobre los consejos de fábrica,
de Antonio Gramsci y Amadeo Bordiga. Barcelona, Anagrama, 1975. Prólogo de Paco Fernández Buey.
Pienso que la hipótesis básica que maneja Fernández Buey en su prólogo es rigurosamente exacta: las diferencias de enfoque entre Gramsci y Bordiga derivan del realismo del primero y el formalismo del segundo. Más concretamente: para Bordiga el problema de la revolución se traduce en una vuelta del revés de la sociedad civil burguesa, que otorgaría a la institución de los consejos de fábrica (en el socialismo) el papel que corresponde al Parlamento en el capitalismo.
En otros términos, Bordiga se plantea que: a) el proletariado que lucha contra el poder burgués está representado por su partido de clase; b) los soviets (consejos) del futuro deben tener su génesis en las secciones, locales del partido; c) para asumir estas funciones el partido tiene que abandonar las elecciones de representantes en los organismos de la democracia burguesa.
Resulta fácil caricaturizar el razonamiento de Bordiga: el partido es la clase, los soviets son el parlamento, luego el partido debe abstenerse de participar en las elecciones parlamentarias a fin de potenciar los soviets (el nuevo Parlamento). Para Gramsci, por el contrario, el partido no es la clase, y precisamente por ello la potencialidad de los consejos deriva de que pueden ser el órgano unificador de la clase en el lugar de la producción, superando así la escisión productor/ciudadano sobre la que la burguesía reproduce su dominación.
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