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Los dogmas que han caído

La España de este 20 de noviembre ya no tiene nada que ver con la que hace un año recibía la noticia de la muerte del entonces jefe del Estado. No queremos referirnos al acontecer diario, de si es posible hoy lo que estaba vedado entonces, sino que ha cambiado la imagen de España y de los españoles, y no ya solamente para los espectadores foráneos, sino para nosotros mismos. El estereotipo del país acuñado durante el franquismo, hecho de tópicos raciales y de prejuicios catastrofistas, que tantas gentes habían tomado en serio, ya no es válido un año después. Los españoles no sólo somos distintos de como se nos quería hacer ver, sino que estamos convencidos de ello. En doce meses se han desvanecido una serie de dogmas sobre nuestra manera de ser, que queremos destacar aquí.El país es ingobernable y no cabe más salida del franquismo que una solución, de fuerza. La diaria historia de estos doce meses ejemplifica la falsedad de aquel planteamiento.

El país está perfectamente preparado para la democracia y de ello está convencida la inmensa mayoría de los españoles.

Cada español es un rey y en un régimen de partidos la fragmentación es inevitable. El ocaso de representación orgánica, que se intuyó ya en el primer mensaje de la corona, abría paso a la soberanía popular, cuyas representaciones externas son las elecciones por sufragio universal y los partidos políticos.

Somos diferentes Y no sabemos hacer uso de la libertad. Con este razonamiento simplista y engañoso se mantuvo una férrea censura sobre el mundo de la comunicación.

Cualquier recorte de un periódico europeo era acogido con mayor morbosidad en vida de Franco que algunos de los libros excepcionalmente interesantes que acaban de publicarse ahora.

El mundo nos es adverso. La afirmación tantas veces repetida sólo nos puede hacer sonreír. Para desmentirla están los dos viajes del Rey don Juan Carlos a América y el que reciente acaba de celebrar a Francia. Los largos periplos de los dos ministros de Asuntos Exteriores de la Monarquía, señores Areilza y Oreja, embajadores de buena voluntad de la España postfranquista, avalan el crédito que en el extranjero puede merecer una España democrática.

Lo cierto es que, después del 20 de noviembre de 1976, aparece como probable una España que antes del 20 de noviembre de 1975 muchos españoles no creían posible.

20 noviembre

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