La búsqueda del tiempo perdido
Cinco años han sido necesarios para que el pueblo español pueda contemplar esta película que le fue escamoteada de forma inexplicable -e inexplicada- en su momento. La historia de las miserias, delaciones, incoherencias y vilezas relacionadas con este larguísimo período entre la producción y el estreno ha sido ya contada varias veces, pero siempre con las necesarias cautelas derivadas de la personalidad de algunos de los implicados en este turbio asunto que, al fin, termina como debió haber empezado: con la libre y abierta visión de esta obra, fundamental en nuestro escuálido panorama cinematográfico nacional.Canciones... -esa película que no existió, según se atrevió a afirmar por escrito algún conspicuo servidor del Gobierno- no es perfecta, ni tampoco aspira a ello; su interés arranca de la permanente necesidad de todos los habitantes de nuestro país para rastrear con desesperación nuestras señas de identidad, sin las apariencias prestadas de triunfalismos trasnochados, ni las confortadoras briznas de un falso bienestar, entre absurdos e histéricos sueños de grandeza. Basilio Martín Patino -como ya hiciera en Nueve cartas a Berta e incluso, en su fracasada Del amor y otras soledades, obra muy interesante, pese a sus evidentes defectos- demuestra en esta difícil y compleja realización un talento crítico y satírico de primera magnitud, con la colaboración de José Luis García Sánchez, ayudante de dirección en estos tres filmes- y una de las figuras más esperanzadoras del auténtico cine español, como lo demuestran sus dos creaciones en solitario: El love feroz y Colorín, colorado.
Canciones para después de una guera,
de Basilio Martín Patino. Producida por Julio Pérez Tabernero. Fotografía de José Luis Alcaine. Estrenada en el Conde Duque.
Canciones para después de una guerra no es, en absoluto, una obra musical, aunque en ella se escuchen, ininterrumpidamente, las melodías más conocidas de la época. La inmensa mayoría de las secuencias están seleccionadas en los archivos oficiales y privados, aunque también se incorporen textos periodísticos, tebeos, fotografías y trozos de las películas más representativas de los primeros veinte años del franquismo. Patino ha sabido crear un ritmo férreo, que unifica elementos absolutamente heterogéneos gracias a un espléndido montaje, guiado por una intención directa y restallante que no tiene nada en común con lo camp ni con complacencias sentimentales de ningún género.
El director pasa revista a veinte años largos de vida nacional, atento a un solo protagonista, el pueblo español, esa entelequia casi inexistente en el celuloide fabricado en nuestra industria cinematográfica, pero hecho realidad en las espléndidas y punzantes imágenes y sonidos de su obra, tan viva hoy -me atrevo a decir- como en 1971, como dentro de mucho tiempo. No estoy de acuerdo con los que han hablado de desfase o envejecimiento al calificar a estas Canciones... Si es cierto que la misma obra, si se pudiera volver a hacer hoy, sería muy distinta, no lo es menos que su mordiente directo e incisivo, su estilo humorístico tierno y cruel, lleno de desgarro, nos vuelven a enfrentar con un pasado fantasmal y opresivo que es urgente exorcitar por completo.
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