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Carter prepara el relevo de la Administración Ford

La amnistía para los desertores de la guerra de Vietnam, medidas económicas tendentes a crear nuevos puestos de trabajo, la reforma fiscal y la búsqueda de nuevas fórmulas de cooperación con los países aliados, especialmente de Europa occidental, parecen ser las primeras preocupaciones del presidente electo, Jimmy Carter, que inicia ahora sus once semanas de «interregno» hasta su toma de posesión, el próximo 20 de enero.

Un centenar de personas compondrán el «equipo de transición» que durante los próximos setenta días trabajará a fondo en los detalles del relevo de la Administración Ford a la Administración Carter. El propio presidente electo establecerá muy pronto una oficina en Washington, en la que trabajará momentáneamente tres o cuatro días por semana.Todos los indicios coinciden en calificar a Carter como un «presidente muy activo» y un infatigable trabajador. Por ello, se anuncia que durante el primer año de su mandato sus apariciones públicas y sus viajes serán más bien escasos, porque estará absorbido por el trabajo de la oficina oval. Sin embargo, el nuevo presidente anunció su intención de celebrar una media de veinte conferencias de prensa al año, esto es, más de una al mes, costumbre que se había perdido prácticamente en los ocho años de gestión republicana.

En círculos cercanos al cuartel general demócrata se asegura que Jimmy Carter pretende desarrollar una amplia actividad legisladora, en especial en lo referente a asuntos sociales y que, en este sentido, será un continuador de Wilson, de Roosevelt y su «new deal», y del equipo Kennedy-Johnson y sus leyes sobre los derechos civiles.

Respecto al espinoso tema del perdón a los desertores de Vietnam y a los prófugos del alistamiento militar, el nuevo presidente electo deberá cumplir la promesa que hizo a finales de agosto, en una convención de la Legión Americana (organización de ex combatientes), de que si llegaba a la Casa Blanca otorgaría un «amplio perdón» en la primera semana de su mandato presidencial.

Carter, que hizo constantes llamamientos durante su campaña a la reunificación del pueblo norteamericano, justificó su decisión como un intento de «borrar las desarmonías provocadas por la guerra de Vietnam» y de «terminar con el odio y la división» creados en el país por dicha guerra.

En el terreno económico, el presidente electo prometió también mucho durante su campaña, sobre todo en lo que respecta a la creación de nuevos puestos de trabajo para mitigar el desempleo, que supera el 7% en la actualidad. Los expertos en economía auguran ya un incremento de la tasa de inflación, motivado por estas medidas de reactivación económica y Wall Street, uno de los barómetros políticos más sensibles del país, respondió a la elección de Carter con una bajada espectacular.

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Los partidarios de Jimmy Carter le atribuyen una especial preocupación por los temas sociales y afirman que el estudio a fondo de una reforma del sistema impositivo será una de las primeras ocupaciones de su equipo. Los resquicios legales de las grandes corporaciones para evadir impuestos parece que gozarán de atención preferente, lo que explica el escaso entusiasmo que provocó la victoria del candidato demócrata en el mundo de los negocios.

Politica exterior

En política exterior, se admite generalmente que Carter se interesará de manera especial por las relaciones de Estados Unidos con sus aliados de Europa Occidental y con Japón. También el Tercer Mundo estará entre las preferencias del nuevo presidente, que, al menos en su campaña, se mostró poco amigable hacia las dictaduras latinoamericanas. Concretamente criticó, en un debate televisado, la intervención de la Administración republicana en el establecimiento de la dictadura militar de Pinochet tras el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende.En cuanto a la distensión con la Unión Soviética y las nuevas relaciones con la República Popular China, que iniciara Nixon, la actitud del nuevo presidente es todavía una incógnita, aunque la personalidad de sus consejeros parece indicar un congelamiento notable de la «luna de miel» con la URSS, si bien a ninguna de las dos superpotencias les interesa volver a la «guerra fría».

Zbigniew Brzezinski, un profesor de la Universidad de Columbia, de origen polaco, tendrá seguramente un papel importante en la elaboración de la nueva política exterior de Washington. Brzezinski está calificado como un «duro» en lo que se refiere a las relaciones con la URSS y es partidario de estrechar la alianza Estados Unidos-Europa occidental-Japón, que es a lo que se dice que tenderán las primeras acciones del nuevo presidente.

Otro «halcón» en las relaciones con los rusos, el ex secretario de defensa, James Schlesinger, parece haber pasado a ocupar un papel importante como consejero de Carter. Schlesinger asesoró al candidato demócrata en vísperas de su debate televisado sobre política internacional y defensa, y se habla de él como posible nuevo secretario de Estado o de Defensa. Recientemente, Schiesinger abogó por la venta de armas estadounidenses a China, como medida indirecta de contención a la URSS.

Brzezinski, del que se hablaba como secretario de Estado de la Administración Carter, parece que será nombrado simplemente consejero del presidente en política exterior. Después de ocho años de política pensonalista de Kissinger, a los demócratas no les conviene un nuevo secretario de Estado de origen centroeuropeo y con acento extranjero.

Otra incógnita por despejar en los primeros meses de la Administración Carter será la actitud de Washington hacia los movimientos «eurocomunistas» de Europa del sur. Carter hizo unas declaraciones no condenatorias hace algunos meses, lo que le valió fuertes críticas de los republicanos en la campaña electoral. En cualquier caso, una mayor «tolerancia» de la nueva administración hacia los comunismos independentistas de Europa occidental se encuadraría en una estrategia de restar apoyo mundial a fa Unión Soviética.

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