Emilio Romero y Gil Robles
¿Qué es lo que, en política, merece más respeto?¿Merece más respeto haberse dedicado cuarenta años sin éxito a una causa que, al fin de los cuarenta años, se muestra razonable o haberse dedicado con éxito a una causa que, al fin de los cuarenta años, se muestra irrazonable?
Este es el dilema que surge de la carta a Areilza con que don Emilio Romero denuncia a Gil Robles porque no fue capaz de evitar, primero, y desbancar, después, a la dictadura.
Gil Robles no consiguió ninguna de las dos cosas a las que tanto y tan asiduamente sirvió y esto indudablemente es un fracaso que el señor Romero tiene perfecto derecho a echarle en cara y no sería yo quien tratara de impedírselo. Ahora bien, ¿no se da cuenta el señor Romero de que si puede reprochársele a Gil Robles que no haya conseguido derrocar a la dictadura, en cuarenta años de combatirla, no puede reprochársele menos al ex director de Pueblo el que, en cuarenta años de defenderla, no haya conseguido apuntalarla y consolidarla?
Si los sindicatos verticales, si el periódico Pueblo, si el entero artilugio a que don Emilio Romero sirvió con tanta asiduidad y, probablemente, tanto entusiasmo y tanta inteligencia como los combatió Gil Robles, fueran hoy, o por lo menos dieran la sensación de serlo, tan poderosos, tan inflexibles, tan inevitables como pareció que lo eran hasta hace poco, aún podría explicarse (porque al fin el hombre de nada se deja guiar más que de las apariencias) la suficiencia con que don Emilio Romero alecciona, no sólo a Gil Robles, sino también a Areilza, y reparte patentes de éxito y fracaso.
¿Pero es que don Emilio Romero no mira hacia las páginas de Pueblo que enseñoreó tanto tiempo, hacia el palacio (horrendo palacio, pero palacio) de feo ladrillo desde donde tanto tiempo reinó, y hacia los sindicatos verticales en los que tanto se apoyó? Si mira, ¿ve otra cosa que escombros?
Yo no digo que no sea posible que prediciendo ahora el fracaso inminente de la monarquía por la que aboga Gil Robles, el ex director de Pueblo no acierte mas que acertó cuando cantó las excelencias de la dictadura.
No tienen unos que equivorcarse siempre y otros acertar siempre.
La cuestión es que ni aun después de las experiencias, don Emilio Romero, de cuya perspicacia es difícil dudar, se dé cuenta de que los ideales que defiende don José María Gil Robles pueden, o pueden no, ser realizables, pero, desde luego, son bajo todos los prismas de la mentalidad europea, razonables, mientras los que don Emilio Romero defendió (y no se si defiende todavía) durante cuarenta años, nunca, en ninguna parte de Europa ni en ningún momento fueron razonables, aunque fueran aquí posibles mientras ni aquí mismo son ahora ya posibles.
Que el señor Romero sienta nostalgias es natural y no hay por qué reprochárselo.
Su actitud de Júpiter tonante repartiendo premios y castigos desde la única tribuna con que cuenta, que es la que ponen a su disposición, con característica generosidad, los liberales, es un tanto patética, rnientras, ¿qué es la frase con que pretende describir al actual Gobierno llamándole un gran baúl de los disfraces? ¿Pero no tiene don Emilio Romero un espejo para ponerlo ante el palacio del número 16 al 20 de la Castellana o ante el palacio del antiguo Senado si lo que busca es carnavales?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.