El despido
Iba yo a comprar el pan y me encontré a mi querido Carlos Luis Álvarez, que me explicó su mística y mecánica del parado:- El paro es el dontancredismo nacional. Don Tancredo era un albañil parado del principio de siglo, que decidió hacer de su paro una obra de arte, seguir parado delante del toro.
Ahora lo comprendo todo. El Gobierno ha vuelto a soltarle al obrero el toro de la reyerta, el paquete de medidas económicas. un toro que lleva en el lomo el número treinta y cinco, el del artículo famoso, marcado a fuego. Ya no hay articulo treinta y cinco y ya se puede despedir al personal con alegría. Así se incrementa el número de parados y se intimilda a la clase trabajadora para que deje de incordiar.
Me lo ha dicho el parado de mi barrio, que anda el hombre tosiendo su paro y su odio de clase por las esquinas:
Según Comisiones Obreras, con esta medida se echa toda la carga de la crisis económica sobre el pueblo.
Ni más ni menos.
Esto no lo arregla ni don Cristino Martos, añade el parado.
El día que el parado se entere de que don Cristino Martos, encima de tanta injusticia no tiene nada que ver con el teme, puede ser un día aciago para él.
- ¿Ese señor que le hablaba a usted del paro es don Cristino Martos? -me pregunta.
- No, ése es Carlos Luis Alvarez. Pero para el caso como si lo fuera.
Y aún le hacen silencios hoscos en el Consejo Nacional al presidente Suárez, cuando se mete allí solo ante el peligro, a hablar de reforma. Bajo palio debieran haberle recibido los consejeros, después de esa medida que deja nuevamente a la clase obrera en mitad de la calle. Me llama una joven periodista, que quiere que le hable del lenguaje del personal, del nuevo argot de la vida:
-Mire usted, señorita, lo que más se va a llevar en este otoño caliente es el taco. O sea, las noventa maneras de acordarse de la madre del señor empresario respectivo, con perdón y sin olvidar que madre no hay más que una.
Me llaman de una productora de cine para que les invente un argumento de película.
¿Pero no quedamos en que hay recesión y no se filma nada?
Para eso le llamamos a usted, para que nos saque de la crisis.
Bueno, pues miren, tengo una idea neorrealista. Ladrón de bicicletas, pero en plan Comisiones Obreras. O sea, que el ciclista sea de Comisiones.
Dicen que no, que eso es politizar el arte. Aquí, en cuanto metes una reivindicación, dicen que les has politizado el invento. Pasa con todo. Quedamos en hablar. pero me parece que van a ir llamando a Alonso Millán.
Después de cuarenta años de caminar todos unidos, y yo el primero, por la senda de las reivindicaciones sindicales, ahora resulta que hemos avanzado un gran paso hacia atrás y el empresario tiene otra vez libertad de despedir al obrero mediante indemnización a convenir. Aparte la discriminación al obrero mayor de cuarenta años. Que esa es otra.
-Yo va tengo los cuarenta tacos, don Francisco- me dice el parado.
-Y yo también, de modo que le comprendo a usted como una madre.
En la literatura no hay jubilación, pero no sé qué es peor, porque te mueres bruñendo el estilo, ya de viejecito. La jubilación legal, para el obrero, es tardía en España, pero la jubilación real es prematura y cruel, porque a los cuarenta años ya no te quieren en ningún tajo. Y este país es el país con la legislación social más avazada de Europa, dicen. No te digo lo que hay. Yo ya sé que me moriré escribiendo artículos, pero el parado de mi barrio no encuentra trabajo como la inmensa mayoría de los parados porque tiene más de cuarenta. Nos hemos fumado un celtas con el quiosquero, agradecidos los tres a la justicia social que allá en tiempos trajo Girón.
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