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La ayuda alemana y norteamericana fortalece a Callaghan frente a la oposición

Juan Cruz

El primer ministro, Callaghan, y el titular de Hacienda, Denis Healy, defendieron ayer ante el Parlamento británico la estrategia económica laborista. Fue el primer debate que se hizo en los Comunes desde que acabaron las vacaciones de los diputados.Ni el jefe del Gobierno ni su ministro de Hacienda se han visto obligados a hacer excesivas concesiones a la oposición, que tenía la esperanza de que los laboristas llegaran completamente aislados a esta discusión económica. Al contrario: en estos momentos de crisis el gabinete de Callaghan no se ha encontrado falto de la cooperación internacional, que ha venido de los países más fuertes -Alemania Federal y los Estados Unidos-, con los que la actual administración mantiene muy buenas conexiones.

El canciller Schmidt, de Alemania, no se ha limitado a decir que la esterlina está infravalorada y que las medidas económicas del Gobierno eran las adecuadas para remediar la inflación y el desempleo y defender la divisa. Helmut Schmidt ha venido a Londres para mostrar personalmente su apoyo al ministro, Callaghan. Como pretexto para su visita ha tomado su triunfo en las últimas elecciones generales de su país. Oficialmente, Callaghan lo invitó a Londres para celebrar la victoria. En realidad, en lugar de brindis ha habido compromisos: Alemania es una pieza clave del Fondo Monetario Internacional (FMI) y ha de ser de la República Federal de donde salga la mayor parte del crédito de 3.900 millones de dólares que Gran Bretaña ha pedido al FMI.

La significación económica de la visita de Schmidt se une al carácter político de su viaje. Los conservadores británicos han pedido insistentemente la dimisión del Gobierno de Callaghan y han aludido y a sus esperanzas en la derrota del socialismo a la luz de lo que pasó en Suecia.

También Rockefeller

A la visita de Schmidt se ha unido otra mucho mas silenciosa, pero acaso igualmente efectiva: la de Nelson Rockfeller, el vicepresidente norteamericano, que vino a Londres a inaugurar una exposición de arte indio. Rockefeller llegó a la capital británica exactamente 24 horas después de que Ford declarara su apoyo a la petición que Callaghan hizo al FMI.Con estas seguridades, la confrontación parlamentaria de ayer no culminó en el pánico laborista. Los conservadores creían que el estado de la esterlina iba a obligar al gabinete actual a buscar alguna forma de coalición, pero parece que Callaghan se basta con la coalición internacional, que ha logrado establecer a su alrededor.

La oposición británica espera sacar partido, de todos modos, de la situación actual. Los conservadores han puesto precio a su cooperación parlamentaria con las medidas del Gobierno. Si éste retira los proyectos de ley de nacionalización de las industrias de construcción naval y aeronáutica, así como otra legislación de parecida entidad, entonces votarían en favor de la estrategia económica que el laborismo proponga para salvar la crisis.

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Es muy difícil que el Gobierno laborista haga esa clase de concesiones, porque una vez más prefiere la cohesión del partido al que representa que la dudosa ayuda de la oposición. Por otro lado, Callaghan tiene la seguridad de que cualquier medida de apoyo a la esterlina que tome ahora la administración tendrá que ser aprobada por Margaret Thatcher, quien, si fuera primer ministro, no podría optar por soluciones diferentes.

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