Silencio que honra
LA SOLEDAD del Gobierno se hizo ayer patente en el Consejo Nacional del Movimiento. El silencio fue la norma antes y después del discurso del presidente Suárez. ¿Qué ha sucedido? Los señores consejeros nacionales tenían las manos encallecidas de tanto aplaudir al poder que les llevaba y mantenía en sus escaños. Los señores consejeros nacionales, dicho sea con todo respeto, fueron el decorado de un régimen personal cuya máxima autoridad nunca se aconsejó de ellos, pero les revistió de honores mundanos y efímeros. Gracias a Dios, los señores consejeros nacionales no aplaudieron ayer al Gobierno. Eso honra al Gabinete Suárez.Siempre hemos dicho que nos parecía una torpeza política someter la reforma al Consejo Nacional y a las Cortes. La reforma -si es verdadera- ha de desembocar en un régimen que precisamente acabe con cuatro décadas de falsa democracia, falso parlamentarismo y falsa representación. La continuidad con el pasado -con todo el pasado- venía y viene suficientemente encarnada por la figura del Rey. La continuidad se llama, o se puede llamar, Juan Carlos de Borbón. Ese es un punto en el que está de acuerdo casi todo el mundo. Querer en cambio que la continuidad se llame Girón, López Rodó, Iniesta, Fernández de la Mora, Silva o López Bravo, es un atentado a la convivencia pacífica de los españoles y a las necesidades de la Historia. Y es, además, un empeño inútil si sólo la razón o el sufragio se emplean. Necesitaría siempre de la fuerza y del dinero.
El Consejo Nacional no ha aplaudido al presidente. Permítasenos pues a nosotros, que tantas veces le hemos abucheado, sonar nuestras palmas en esta ocasión. Por el valor personal, a pesar del error político, que ha demostrado el señor Suárez al presentarse ante el Consejo de las sombras.
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