Devorar a García Lorca

Considerada esta representación de «La casa de Bernarda Alba», según Angel Facio, es un esquema excelente para revelar la lucha indiscutible entre el sistema biológico natural y las «apariencias» que se postulan por «el orden establecido». Las Bernardas viven en las abstracciones del honor, los campos o los valores generalmente asentados y frente a la «abstracción» de sus hijas, recurren a los sistemas represivos habituales. Facio potencia hasta el paroxismo los rigores de la vida encarcelada. Facio mezcla el sexo con la goma-espuma, rebusca en el subtexto para individualizar a las hijas de Bernarda y prestarles incluso algunos elementos para unas nuevas y posibles relaciones, aisla a la hija mayor, explicita una supuesta relación lesbiana, niega a Bernarda desde una fuerte percusión del mundo de la abuela, rechaza hacia el ámbito de las emocionalidades la rebeldía de Adela, utiliza un ritual propio y complejo.Facio es «el toro en la cacharrería» y a mí no me gusta su montaje, aunque, por supuesto, lo respete. Se trata de una meditación muy seria y profunda. Pero, desde luego, no me gusta. Aún recuerdo, claro está, la inolvidable representación del teatro Goya, hace catorce años, bajo la dirección de Bardem. Cándida Losada fue un prodigio y, el director la enfrentó «dramáticamente», naturalistamente, con sus hijas emparejadas, amorfas del sin destellos. «El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico.» No le niego a Facio su derecho a disentir. Nadie podrá negarme a mí el de preferir. Prefiero Lorca, las intenciones de Lorca. las órdenes teatrales de Lorca, a las de Facio. No por un vago «respeto al autor». Sino porque encuentro gratuito y «snobizante» el «travestí», porque la goma-espuma me parece viscosa y no dura porque la aparición de las vecinas me resulta demasiado obvia; por que la crispación actoral está rozando el estereotipo superficial, porque el texto se ahoga; porque la meditada dramaturgia lorquiana se abolla con los ridículos destapes: porque todo un «delicado equilibrio» se humillaba o los brutales zamarreos y los atroces subrayados de una dirección que quiere competir con Víctor García devorando sin contemplaciones a Federico García Lorca.

Ya dije hace años que todo en Lorca, todo, es sustancia teatral, drama que busca la tragedia, materia escénica. «La casa de Bernarda Alba», muy probablemente una de las obras mayores de la literatura dramática española de este siglo, es el resultado final de la gran de captación de toda la obra de Federico: una tragedia moderna, con su ritmo particular, su acento propio. Bernarda Alba lleva sobre sus hombros el peso de muchas fuerzas que maduraron en las selvas españolas. Por eso indagaba Lorca «sin alejarse de la herida». Y por eso me disgusta el tratamiento de Facio. Porque usa a Lorca como pura metralla para dianas esotéricas. Que yo encuentro merecedoras de una buena ofensiva. Pero que distorsionan, más allá de lo permisible, el mundo lorquiano.

Hay que decir también, que lo que Facio quería hacer lo ha hecho admirablemente. Merlo estuvo muy bien y, Julieta Serrano estuvo admirable. Los demás personajes revelaron un rudo y primario histerismo poco matizado.

Yo aplaudiré una y cien veces a este tipo de esfuerzos. Trataré de entender todas las propuestas y discursos escénicos que clarifiquen y reactiven los significados más escondidos. Pero, después, elegiré. Y ahora, hoy frente a este espectáculo, elijo aquella noche del Goya, con Cándida Losada, con Bardem y, en primer término, con Federico García Lorca, entero y Oleno.