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Torear no es cantar flamenco

Hay una escuela de posturas que causa estragos. La mayor parte de los toreros nuevos rizan el rizo de la inversión de valores en la fiesta, que se acentúa progresivamente durante esta década de los setenta, y ya no sólo han dejado de torear para dar pases, sino que han dejado de dar pases para componer posturas alrededor del unipase.No podrían hacerlo de otra manera. Los nuevos toreros aprenden su oficio por lo que ven en las plazas. Y lo que ven no es el toreo sino el antitoreo. No hay maestros en tauromaquia, sino figuras, y las figuras imponen la moda de jalearse a sí mismas con un contoneo jacarandoso ante la cara del toro, para acompañar el cite con el brazo que no torea levantado y la mano extendida al modo que se acompanan los cantaores de flamenco. Y ya es vicio. Hace unos días lo observábamos en Luis Francisco Esplá -como antes a muchos otros- Luis Francisco Esplá parece que tiene madera de torero. No le falta el valor, seguramente la afición tampoco y, a su manera, dentro de lo que cabe en la técnica que tiene asimilada, templa, y mandaría si cargara la suerte.

La moda viene directamente de Paco Camino, acaso el más importante diestro con que contamos y que lo sería de época si a sus indudables aptitudes para la profesión, de sobra demostradas, uniera la disposición por pulimentar su estilo y perfeccionar hacia la autenticidad su toreo. Muletea de costadillo, la pierna atrás. Pero a veces, en el transcurso de la faena, se descara ante el toro, de frente, va a adelantar la muleta para luego cargar la suerte. Es el unipase, porque después de este muletazo, que el público espera con expectación y que coreará enardecido, vuelve al toreo de perfil. Su actitud para el cite es la que decíamos: levantar la mano como si se dispusiera a cantar flamenco. Y los demás toreros, los nuevos, los que le tienen como paradigma de la profesión y que, por tanto, siguen con fidelidad lo que suponen es su escuela, es eso lo. que le copian, la postura aflamencada que no pasa de ser, precisamente, la hojarasca de la suerte y, a su vez, lo más antitorero de la postura.

Pero Camino no inventó la especie, sino que la aprendió de Antonio Ordóñez. Siempre se tuvo por malos toreros, poco artistas, a los que muleteaban con el brazo que no torea despegado. Chamaco fue el que más exageró la nota y decían que el brazo por los aires era su antena. Pero la categoría indudable de Ordóñez hizo que su moda flamenca creara escuela y ha llegado hasta, hoy, vía Paco Camino, para producir toreros en serie que serían muy buenos. si en vez de este pintoresco aprendizaje hubieran podido contemplar en los más altos escalones del escalafón taurino el toreo de verdad.

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