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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Historia reciente

La casualidad ha puesto en mis manos de nuevo, con motivo de la última crisis del Gobierno de Madrid, un artículo que publiqué en un periódico de exiliados españoles, Le Socialiste, de Tolosa de Francia, el 15 de enero de 1970.Me lo envía un excelente amigo mío que vivió de cerca aquella crisis y me hace recordar aquel episodio, que yo seguí apasionadamente. Fue aquella la crisis provocada por la explosión del asunto Matesa, la cual se resolvió, no sin paradoja, con la victoria de los implicados en él.

Aquella crisis de 1969 resulta, en cierto modo, actual, porque en ella podemos estudiar al descubierto un componente de todas las crisis presentes y futuras: vivimos en un mundo aplastado por dos superpotencias, las cuales intervienen fatalmente en los países de su respectiva área. En un lado actúan por medio de intrigas con sus clientes y consocios y, en caso de necesidad, dan suelta a la CIA en Santo Domingo o en Chile; en el otro lado atornillan a los países con sus gobiernos adoctrinados a lo Ulbricht, o si hay apuro, hacen avanzar los tanques en Budapest o en Praga. No hay que hacerse ilusiones. Dos colosos se reparten el mundo y sus riquezas, y se enfrentan o se entienden, en Angola y en Cuba, y en el Líbano, o se amenazan descaradamente, como en el caso de los créditos después de las elecciones en Italia.

En tal mundo vivimos. La única defensa, o si no defensa, consuelo, es la de, al menos, no vivir como un tonto en manos de pillos y tiranos. La publicidad, la discusión, la opinión pública informada, es lo único que puede defendernos e imponer, frente a los dueños del mundo, al menos un regateo coherente e inteligente.

El atroz componente de la política mundial, que son tantas cabezas de cohete contra tantas, y tantos megatones contra tantos, pesando sobre nuestros países, sobre Inglaterra como sobre Francia, etcétera, no debe ser ocultado seráficamente por la censura, pues es evidente que lo mismo que pesó, en el cambio de Gobierno de 1969, pesa y pesará desgraciadamente sobre nuestra política.

Los que no tenemos que ver con los negocios ni con el dominio del mundo, los que nos conformamos con una modesta parte, estamos en la obligación de ilustrar a nuestro conciudadanos sobre lo que sucede.

Como en el clima, que ya era d cámara mortuoria, de 1969 no fu posible poner al alcance de los es pañoles un comentario de la paradigmática crisis de entonces, me parece que tiene interés repetir mi artículo, no del todo inactual. Al publicarlo de nuevo lamentamos la tragedia del país, los Estados Unidos de América, que ahora celebra el segundo centenario de su primera constitución, la primera declaración de independencia que se basó en la libertad y que, en la embriaguez de poder que representa la hegemonía universal, tiende a entenderse en todas partes con intrigantes, camarillas y adoradores del poder personal.

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Un embajador indiscreto

A mí, al repasar aquella crisis me parece humillante la poca discreción del embajador de los Estados Unidos, que acreditó más vanidad que inteligencia. Más degradante me parece aún que figuras despreciables como Nixon y Agnew, que hubieron de ser barridos de sus puestos por indignos, y que no pueden ser calificados merecidamente sino descendiendo a expresiones coloquiales como las de currinche o robaperas, enviaran cartas y mensajes que pudieran pesar con peligro mortal sobre las cabezas de inocentes españoles También es muy alarmante que un jefe que se nos presenta como omnímodo y, providente, en quien se concentraban por eso todos los poderes, se descargara de ellos sin más en cualquier persona de su agrado. Algo así debió ser la historia de la compra de los barcos rusos que h Izo Fernando VII con Tatischeff.

Por todo ello voy a transcribir m añejo comentario. Pues urge despertar en los españoles la conciencia de que en sus manos, en las de todos ellos, sin exclusiones, a través de un mecanismo político que no hay que inventar, el de los partidos y las elecciones, sistema defectuoso pero inmejorable, es donde debe estar su destino.

Sigue, pues, el artículo, que se titulaba: «Lo que ignoran los españoles»:

Lo más interesante del último cambio de Gobierno en Madrid son, sin duda, sus implicacionesinternacionales. Como éstas afectan a los españoles de manera vital, creemos que hay que dar noticia de lo que ha trascendido a la publicidad fuera de España, descubriendo los entrebastidores de lo ocurrido a espaldas de los que precisamente se juegan en ello, sin saberlo, su destino colectivo.

El hecho más importante que pesa sobre España en el aspecto internacional es el de las bases militares de los Estados Unidos: la de Torrejón, en Madrid mismo, y la de Rota, a la entrada del Mediterráneo. La presencia soviética en este mar, la reciente crisis de Libia y el peligroso estado d el conflicto entre Israel y los árabes convierten a las bases en territorio español en algo sumamente importante.

La vanidad del embajador norteamericano en Madrid, mister Robert Hill, a lo que parece hombre de negocios y sin mucha experiencia diplomática, ha descubierto al corresponsal del New York Tirnes en Madrid, Richard Eder, algunas de sus jugadas. En una crónica de este periodista, que leeraos en el International Herald Tribune de París, 3 de noviembre pasado, se comenta así el nuevo Gobierno: «Se espera que la victoria del grupo tecnócrata dirigido por el almirante Carrero Blanco y el ministro del Plan L. López Rodó, mejorará las relaciones con los Estados Unidos, que se han mantenido frías durante dos años de negociaciones infructuosas sobre los derechos de los Estados Unidos a bases en España».

Y el periodista explica a continuación, según traducimos fielmente, que «durante los dos meses pasados (es decir, septiembre y octubre) Washington ha concedido un apoyo silencioso, pero señalado, a la facción de Carrero y López Rodó».

Es en esos meses, precisamente, cuando aparecieron en la base de Torrejón, es decir, en Madrid, tipos nuevos y más peligrosos de aviones norteamericanos. La prensa madrileña, ordinariamente ignorante de estos asuntos importantes, le Viene de la página 6.vantó protestas justificadas, pues alegaba que tal paso se había dado sin contar con las autoridades competentes. Es evidente que estas protestas de los periódicos madrileños, que no podían ser espontáneas, reflejaban la lucha política que se desarrollaba en las alturas, sobre el fondo de inocencia en que se mantiene a la opinión pública.

Pero el embajador, satisfecho de su éxito, nos lo cuenta a través de la crónica: «El nuevo embajador de los Estados Unidos, Robert Hill -continúa Eder-, tuvo una serie de conversaciones con el vicepresidente de España para revisar las mutuas cuestiones. Este paso desacostumbrado -sigue la autorizada pluma- saltó por encima del señor Castiella, enconado enemigo político del almirante Carrero. y que como ministro de Asuntos Exteriores era la persona con quien Mr. Hill hubiera debido tratar. Pero el señor Castiella era considerado en Washington el principal responsable de mantener en nombre de España un alto precio para renovar los acuerdos sobre bases».

Y, de paso, el embajador nos explica cómo el general Franco no se ocupa ya de problemas de esta naturaleza. «Cuando Mr. Hill -sigue diciendo Eder-, hombre activo e impaciente, que es amigo personal y político del presidente Nixon, llegó a España este verano, se decidió saltar el trámite del señor Castiella y a ver al -propio generalísimo Franco sobre el problema. Es bien sabido que los militares españoles estaban enojados con la obstinación del señor Castiella y con temor de que los Estados Unidos abandonaran, sin más, las bases, y parece que mister Hill calculó que debía hablar al general Franco, más sensible a los argumentos de los generales que de los díplomáticos. Mister Hill no pudo ver al general Franco, pero se entrevistó con el almirante Carrero y, según -noticias, se entendieron muy bien. El embajador volvió a Washington en septiembre para una breve visita y, cuando regresó a Madrid, el almirante Carrero recibió una carta del vicepresidente Spiro Agnew. Mister Agnew daba las gracias al almirante por su conversación con mister Hill y le pedía continuara recibiéndole. El vicepresidente español así lo ha hecho. Esto disgustó al señor Castiella y, a la vez, debilitó aún más su posición, que ya estaba muy quebrantada.»El provecho de las grandes potencias

Hasta aquí nos cuenta la prensa norteamericana. La fatalidad de la política de las grandes potencias las lleva a aprovecharse de las ventajas de un sistema basado en la falta de publicidad, en la ignorancia de la opinión pública y en las intrigas de grupos, camarillas y facciones secretas y de escaleras abajo. Los intereses militares y económicos de los Estados Unidos vienen a coincidir con los de los enemigos de la publicidad, de los partidos políticos legales, de la discusión y del respeto al pueblo. Las bases norteamericanas, aceptadas en España por un sistema político personal, siguen siendo negociadas del mismo modo, y por consiguiente con una ilegitimidad que compromete su futuro. Los secretarios de la Marina y del Aire de los Estados Unidos, Chaffee y Seamans, han visitado al nuevo Gobierno para prejuzgar las negociaciones finales. Se habla de un «equipo de negociado res españoles que saldrá para Washington en el mes de enero proximo, para dar comienzo a nuevas conversaciones -sobre el futuro de las bases militares de Estados Unidos en España (el Times de Londres, 20 de noviembre)" Un periodista del Copley News Service pinta un futuro color de rosa (El Mundo, de San Juan de Puerto Rico, 3 de dicierribre): «Cuando Franco deje en realidad el puesto de jefe... el almirante Carrero Blanco será el que lo sustituya. Cuando esto suceda Laureano López Rodó, el zar de la economía de España, pasará a ser el ayudante del ministro de la Presidencia, el cual es el tercer puesto en poderes en el Gobierno... Castiella, culpado por haber exigido pagos enormes por permitir la extensión del acuerdo existente para las bases norteamericanas», es sustituido por «Gregorio López Bravo, un ex ingeniero naval y ministro de Industria»... con «reputación de pragmático, de sólo cuarenta y cinco años de edad y que ha sido llamado el niño de oro del régimen». En resumen, dice el periodista, «muchos observadores creen que las florecientes relaciones en la economía española norteamericana continuarán prosperando».

Y así, el embajador Hill puede decir por boca del señor Eder lo que quiera: «Aunque se espera que el señor López Rodó -dice un diablillo subconsciente, que se confunde de Lópezes- regatee con dureza, las autoridades españolas dicen privadamente que el año próximo estará en condiciones de presentarse a la negociación con una actitud más flexible que la del señor Castiella, y consideran que han mejorado las posibilidades para Regar a un acuerdo firme».

Nada de esto han podido leer los españoles en sus periódicos. Y eso es lo grave, no sólo para los sujetos pasivos de una negociación en la que les va la vida y hacienda, sino para una y otra parte negociadora.

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