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La RDA reconoce el malentendido en la muerte de un conductor italiano

Desde el mes de mayo pasado, cuatro personas han muerto a lo largo de la frontera entre las dos Alemanias, a causa de los disparos de los policías de la RDA.

, Las tres primeras víctimas han sido alemanes occidentales, la cuarta un italiano, conductor de un camión. Benito Corghi, de 38 años, fue derribado por las balas en el paso fronterizo de Hirschberg.Aunque no se conozcan con precisión los detalles del suceso, parece cierto que el italiano conducía un camión que transportaba carne de la República Democrática Alemana con destino a Italia. Después de haber pasado el puente sobre el río Saale, que en Hirschberg constituye la frontera entre las dos Alemanias, fue invitado a regresar al puesto fronterizo de la RDA por supuestos errores en sus papeles.

Corghi regresó a pie por la imposibilidad de volver en el vehículo. A pocos metros de la frontera, los policías de la RDA abrieron fuego.

Por primera vez, desde que la Alemania Oriental decidió montar un sistema de protección de fronteras al revés, la víctima de la pericia mortífera de los guardianes fronterizos del «paraíso de los obreros y campesinos», ha sido un «no-alemán», un pacífico conductor de camiones. La prensa de Alemania Oriental -conviene reseñarlo- no ha silenciado el hecho. No lo ha destacado, lógicamente, pero el Neues Deutschland, órgano informativo del Partido Comunista Este-alemán, informa del suceso en segunda página. Ahora bien, a diferencia de los casos anteriores citados se indica en la breve reseña del «incidente» que hay cierto pesar por lo ocurrido.

También, por primera vez, desde que los policías de la RDA disparan contra supuestos «invasores» no se habla de un acto de provocacion, sino de un malentendido.

Benito Corghi ha sido víctima de un error, no de un sistema, claro está. El sistema es perfecto, como lo demuestran sus guardianes. No puede sorprender que la prensa de la República Federal condene sin excepción el hecho. Por otra parte, por macabro que pudiera parecer, el que la víctima sea en este caso un «no alemán», favorece el papel de la República Federal y concretamente el de Bonn en sus esfuerzos encaminados a condenar con toda dureza, donde sea posible, las intervenciones de un Estado que firmó los acuerdos de Helsinki.

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En otro sentido, es indudable que el más reciente de los incidentes a lo largo de la frontera interalemana hará dudar a muchos de la eficiencia de la ostpolitik que con todo ahínco defienden los socialdemócratas y liberales. Por ello es comprensible que los más recalcitrantes abogados contra la política de coexistencia con el Este, iniciada por Brandt y Scheel, se pregunten hoy si en verdad es posible el diálogo con quienes, por temor a la permeabilidad, a la transparencia, aceptan únicamente el lengua je de la violencia.

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