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JAZZ

Música negra en el Festival de San Sebastián

Doble jornada de jazz en el cuarto día del Festival Internacional de San Sebastián y por segunda vez consecutiva su organización nos hizo cruzar esta bella ciudad sin casi tiempo para cenar, porque entre el concierto de la tarde y el de la noche tuvimos escasamente hora y cuarto. En un principio estaba previsto que ambos recitales tuvieran lugar en la plaza de la Trinidad, pero ante el número extraordinario de peticiones, no hubo más remedio que trasladarlo al Pabellón Polideportivo de Anoeta que se llenó hasta los topes albergando a más de cuatro mil personas que aplaudieron y silbaron a conciencia.

Por la tarde, a las siete y media, escuchamos a los grupos aficionados que Checoslovaquia y Alemania habían enviado en la especialidad de jazz moderno y al que Suiza nos mandó en jazz tradicional. El más destacado de todos fue el grupo alemán, Puls, mientras que individualmente brilló a gran altura el trompeta suizo.

Por la noche, ispirituales y blues. Los primeros estuvieron a cargo de la cantante Marie Knight, que acompañada por una excelente pianista, fue para mí la triunfadora del recital: voz potente, bien matizada y modulada, con una perfecta utilización de sus posibilidades. Subió después al escenario el grupo de Luther Allison, pero como quiera que los músicos del conjunto tocaban unos temas carentes de gracia y ritmo y, como por otra parte, el líder tardaba en aparecer, los silbidos y las protestas alcanzaron caracteres grandiosos. Cuando por fin apareció el bueno de Luther Allison, el ambiente estaba tenso y en contra y por más que lo intentó no pudo conquistar al público. Se quejaba de que no comprendía la razón de esta actitud, pero quizá olvidó que el público manda y exige y además el público de San Sebastián sabe lo que quiere y lo pide con claridad.

John Lee Hocker

Culminó el concierto con el cuarteto de John Lee, que una vez más hizo hincapié en las características de su música. Hooker es un hombre que necesita intimidad para poder saborear su música. Un abarrotado pabellón polideportivo no es el lugar más indicado para brindársela. Por otra parte, al menos en San Sebastián, demostró que su música es aparentemente interesante, pero tras un atento examen de la misma, uno se puede dar cuenta de la sofisticación y superficialidad que hay en ella. Hierático y como ausente, sólo vibró de verdad al final, cuando dio oportunidad de tocar al excepcional guitarra blanco que lleva con él, Jim Kaar, y cuando hizo subir con él a las otras dos estrellas que le habían precedido.Música negra, con sus virtudes y sus defectos. En esto radica el encanto y el riesgo de lo que escuchamos en el Pabellón Polideportivo de Anoeta.

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