1935, vísperas de la catástrofe
En 1935 bastaba con una mediana agudeza política para verse venir lo peor. Georges Bataille escribió aquel año El azul del cielo, pero la peregrinación de Troppmann, su protagonista, a los futuros escenarios de la catástrofe no está, quizás, alentada por el ingenuo deseo de amenazar a la pobre Europa con espantosas profecías, sino por el más amargo y desencantado de leer, allí donde son menos equívocos, los indicios de un destino fatal su propio destino; pues en buena ley, ¿por qué sus desmayos y agonías, sus enredos con distintas amiguitas repulsivas, no habrían de ser señales tan ciertas del horror ya próximo como la revolución del 34 en Barcelona, que narra tangencialmente el libro, o la sombría serenata de los niños nazis de Frankfurt, con que éste acaba? Bataille no nos dice nunca si son los cuatro tiros disparados por la gente de Companys, o el brillo de las estrellas en la playa de Calella, lo que permitirá a Troppmann resolver el enigma de sus desdichas, pero, en cualquier caso, malamente se podría poner orden y concierto en el horóscopo de quien todavía no ha nacido. Para Troppmann la guerra es ya inevitable, conque sólo queda esperar sus excesos atrincherado en los propios; por eso, cuando un grupo de anarquistas le propone dar un golpe de mano, contesta: «Si no es mañana, voy». No le detiene el miedo, sino la imposibilidad de fijar a largo plazo el curso de sus humores. Sabe que si se mantiene sereno, si conserva la cabeza, todo cuanto oiga, recuerde o sueñe, se convertirá en un negro presagio.
El azul del cielo,
de Georges Bataille.Libros de Huperión. Madrid 1976. 185 páginas
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